80 años después que rodara el balón por primera vez en una cita mundialista, el evento deportivo más importante del planeta llega al fin a tierras africanas.
África era el único continente que no había organizado la Copa del Mundo, a pesar de ganarse el derecho en el terreno de juego en las últimas décadas con selecciones memorables como la de Camerún de Roger Milla, la Nigeria de Jay Jay Okocha y las siempre temidas “Estrellas Negras” de Ghana.
Sin embargo, con el argumento de la pobreza e inseguridad de los países africanos se le arrebató su oportunidad en el 2006, cuando la FIFA le otorgó a Alemania la sede del Mundial.
Pero las naciones fuera de Europa también reclamaban su oportunidad. Ya Lula da Silva externaba el sentimiento de los países emergentes en su discurso el día que Río de Janeiro fue nombrada anfitriona de los Juegos Olímpicos del 2016.
“Por ser un país colonizado tenemos la manía de sentirnos pequeños, no ser importantes, que no podíamos y otros sí. Queríamos esta oportunidad para ser una gran nación, sabemos trabajar cuando somos provocados”, decía entre lágrimas el presidente sudamericano.
Eso es lo que también reclamaba Sudáfrica, su oportunidad, su necesidad de creer que sí podían mostrar al mundo un rostro diferente a la pobreza, la inseguridad y su reciente pasado cruel del apartheid.
Y para conseguir este propósito llegó el fútbol, el deporte que hasta hace poco más de una década era considerado un juego para negros. La situación hasta hace unos años era simple: el rugby para los blancos, el fútbol para los negros.
En 1995, Nelson Mandela usó al rugby y a la selección de Sudáfrica conocida como los Springboks para unir a una nación sumida en la segregación racial. El resultado: el primer presidente negro de Sudáfrica le entregaba el trofeo de campeones del mundo al mítico capitán de la selección, a François Pienaar, un hombre de tez blanca admirado por los sudafricanos blancos.
Así como el rugby unió a negros y blancos por primera vez a mediados de los noventas, ahora es el turno para que el fútbol haga lo mismo.
El balompié ya dejó de ser el deporte de los negros, de los pobres. Ahora el fútbol es el juego de todos los sudafricanos. Gracias al fútbol los ojos de toda la humanidad se centran en Sudáfrica, en el continente madre, en el África multirracil.
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