Un partido Águila-Alianza puede brindarle al aficionado dos sentimientos extremos: la felicidad del triunfo o la amarga tristeza de la derrota. Hoy, un día después del clásico, los aficionados aguiluchos naufragamos en el sinsabor del desastre.
Lo tétrico del asunto es que ese 4-0 fue simplemente la materialización de una goleada anunciada, esa dolorosa caída que llegaría tarde o temprano como consecuencia de los problemas internos del Águila. Pero que la derrota la firmara el Alianza, eso fue como ponerle sal a la herida.
Al final de los 90 minutos, los que más sufrieron fueron los aficionados, esos que se desplazaron desde San Miguel y otros lugares del país (como lo dice la barra negro-naranja con orgullo, ellos son los dueños de la mitad más uno de los aficionados al fútbol salvadoreño), los que hicieron fila desde temprano, los que cantaron el “Águila Negra” y tocaron “El carnaval de San Miguel”, los que avivaron al equipo con un sonoro “¡Águila! ¡Águila!”, los que aplaudieron cada regate de Shawn Martin y que terminaron abucheando al equipo por el simple hecho de hacer algo ante la algarabía blanca.
En los sectores teñidos con los colores del Águila, de la ilusión de la revancha por el 0-2 propinado por los albos en San Miguel, se pasó a la decepción total.
La búsqueda de respuestas llevó a algunos a culpar del descalabro a jugadores como el “pato” Barroche y Alfredo Pacheco. Incluso, a raíz de un penalti errado por Pacheco en el segundo tiempo, un señor sentado a mi lado en la tribuna me planteó una teoría sobre el bajo rendimiento del futbolista.
“Como él es ex fasista, por eso no le importa si el Águila gana o pierde. Yo creo que él está aquí como una especie de ‘espía’. Ya va a ver que se regresará al Fas, como Murgas…”, decía con un tono de enfado.
Y con cada gol llegaban más reclamos, más enojo, más decepción, más preguntas. ¿Por qué no jugó Miguel Montes?, ¿Por qué dejaron a Barroche en el terreno hasta el final del partido?, ¿Quién es el culpable de esta goleada?, ¿Podrá clasificarse el Águila a semifinales?, ¿Será que los jugadores quieren ejercer alguna presión con estos resultados?.
Eraldo Correia dice que el marcador refleja la calidad de juego de los aliancistas. Esa es una verdad a medias, porque la otra parte es la de un cuadro con serios problemas internos.
Los cambios constantes del cuerpo técnico, el despido de futbolistas, trabajar siempre bajo advertencias de retención de salarios, entre otros hechos insólitos, están pasando la factura; lo grave es que ya se refleja en la cancha. De lo contrario, ¿por qué nadie quiso tomar el gafete de capitán con la salida de Ramón Sánchez?
Este 4-0 sólo vino a demostrar, una vez más, que el Águila necesita gente que construya un proyecto serio, que camine por la senda de la tan anhelada “continuidad” en el fútbol salvadoreño, con personas conocedoras del fútbol y todo lo que este maravilloso deporte implica.
Lo demás ya lo tiene, títulos, historia, buenos jugadores y una afición que a pesar de navegar por aguas turbulentas demuestra su fidelidad en cada partido.
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