miércoles, 30 de junio de 2010

Una lección de nobleza


Dice un viejo adagio que el deporte es de las pocas actividades donde los hombres revelan su verdadera personalidad. Y es que en la adrenalina del triunfo o el desconsuelo de la derrota es muy fácil hablar o actuar sin control.
Wayne Rooney fue uno de los primeros en experimentarlo en el torneo, tras el empate a cero contra la selección de Argelia (aunque lo de Rooney es más una costumbre que una excepción).
El delantero inglés tuvo que pedir disculpas a los aficionados tras reprocharles ante las cámaras sus constantes abucheos en el segundo juego de la fase preliminar.
Otros se han tomado el terreno de juego para exhibir sus "encantos" personales, para bailar al conseguir un gol, para fundirse en un abrazo con el seleccionador o para hacer muecas y berrinches cuando la jugada no sale como esperaban.
Hay estampas de todo. Pero hay dos que se quedarán en la memoria de los espectadores por largo tiempo: los japoneses arrodillos y abrazados esperando el milagro en la tanda de tiros desde el manchón penal, y la del delantero paraguayo Nelson Valdez animando a un jugador japonés tras la eliminación de los asiáticos.
Esta última acción, sin duda alguna, refleja el espíritu deportivo al máximo. En los 80 años de historia de la Copa del Mundo, Paraguay jamás se había clasificado a cuartos de final y lograr esa hazaña significaba el éxtasis total.
Sin embargo, en medio de los gritos, los abrazos, las lágrimas y las dedicatorias al público; Nelson Valdez se detuvo un instante a consolar a sus compañeros de profesión, a infundirles aliento y quizá desearles éxitos en el futuro.
En la alegría muy pocos piensan en quienes sufren, pero Nelson Valdez es de esos pocos que comprenden que a veces los sueños de unos se construyen sobre las desilusiones de los otros.
Un pequeño gesto que lo ha hecho grande y que además sirve para dejar en evidencia que el fútbol también es un juego de caballeros.

La fiesta del Sur


Que de los ocho equipos que todavía quedan en competencia en el Mundial, cuatro sean de Sudamérica, no es ninguna casualidad. Esta circunstancia sólo refleja el alto nivel competitivo de la Conmebol.
En Alemania 2006, a esta altura de la competencia tan sólo sobrevivían Brasil y Argentina, que más tarde quedarían eliminados a manos de Francia y Alemania. Ahora, a estas dos selecciones se unen Uruguay y Paraguay.
Los uruguayos, con dos mundiales a sus espaldas, han llegado a cuartos tras una espera de 40 años; mientras que los guaraníes están en esta instancia por primera vez en su historia.
Quizá su fútbol no es tan espectacular como el de los argentinos y brasileños, pero es tan efectivo como el del resto de equipos en competencia.
Los más extremistas no se cansan de hacer duras críticas al estilo de juego de Paraguay y su sistema ultradefensivo. Pero hace cuatro años todos terminaron alabando el fútbol ratonero de Italia e incluso Fabio Cannavaro terminó con el FIFA World Player del 2006..
Además, muy a pesar de los espectadores, en la Copa del Mundo no hay tiempo para deleitar al público con jugadas de fantasía. Los entrenadores lo saben y su lema es ganar, el cómo sale sobrando.
En este Mundial el juego de fantasía se quedó en el armario. Brasil ha ofrecido algunos chispazos y Argentina otros tantos, aunque no con rivales que le hayan exigido demasiado.
Otros que llegaron con la bandera del fútbol total se han quedado cortos. España ha manejado el medio campo, pero su poca efectividad la han hecho terminar sufriendo en sus partidos.
Holanda juega bien por momentos, pero gran parte de sus logros depende de qué tan inspirados estén Robben y Sneijder.
Quizá la más completa hasta el momento es Alemania, aunque Inglaterra ya descubrió algunas de sus debilidades. Y qué decir de Ghana, que basa su fútbol en la rapidez.
Así las cosas, nada está seguro en esta ronda de cuartos de final. Así las cosas, no sería ninguna sorpresa que más de un equipo del Sur entre a semifinales. Así las cosas, Sudáfrica está a un paso de convertirse en el mundial de los países latinos.

martes, 29 de junio de 2010

Paraguay histórica


Más de una lágrima recorrió las mejillas de los seguidores del fútbol paraguayo, pero a diferencia de lo ocurrido hace 12 años, cuando los guaraníes quedaron eliminados en octavos a manos de la poderosa Francia de Zidane y compañía, esta vez las lágrimas eran de pura felicidad.
Paraguay está por primera vez en su historia en cuartos de final en una Copa del Mundo, un logro que ni siquiera alcanzó aquella gran generación de futbolistas comandados por el arquero José Luis Chilavert en la década del 90.
El partido contra los japoneses no fue ni de lejos el más vistoso del torneo, más bien pareció un tablero de ajedrez donde cada pieza se movía tras un análisis exhaustivo de los seleccionadores.
Un juego que sirvió para confirmar que la mejor fortaleza de los sudamericanos es la defensa, pero sobre todo su coraje y garra de principio a fin.
No hay duda que Paraguay no hace gala de un fútbol de fantasía, ni tampoco se caracteriza por ir al frente; pero su disciplina y orden táctico pueden llevarlo incluso más lejos de donde está.
El mismo Villa reconoce que "Paraguay es más difícil que Portugal". Y lo es porque no deja espacios atrás, porque van muy bien arriba, en el choque uno contra uno y porque Paulo da Silva está más inspirado que nunca y se ha convertido en una auténtica muralla en el fondo.
Hoy los paraguayos están de fiesta y tienen razones de sobra para estarlo. Los paraguayos y sus seguidores ya se alistan para la cita futbolística más importante de su vida: el partido contra España, donde los guaraníes esperan dar la mayor sorpresa del campeonato...y argumentos no les faltan.

sábado, 12 de junio de 2010

Cuando madrugar es una fiesta

Nunca antes fue tan placentero levantarse a las cinco de la mañana como en estos días de fútbol. En estas circunstancias, la tan odiada alarma del despertador se transforma en una melodía que nos invita a sumergirnos en las emociones del deporte rey...¡incluso en fin de semana!
No es para menos, se trata de un evento esperado por cuatro largos años. Es la posibilidad de ver el fútbol al más alto nivel, de experimentar nuevos sentimientos y de evocar otros que creíamos olvidados.
Mientras jugaba Argentina ahora su primer partido del mundial, recordaba que en la Copa del Mundo de Italia 90 los sudamericanos eran mi equipo favorito. Cuando el árbitro mexicano señaló un tiro desde el manchón de panalti a favor de los alemanes y en contra de la albiceleste en la final, mi mundo se derrumbó. Y eso que apenas tenía nueve años.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, entre otras que Argentina ya no es mi equipo predilecto. El definitivo lo establecí después, cuando me hechizó el "jogo bonito" de Brasil y el juego de piernas del que más tarde se convertiría en el máximo goleador de los mundiales, Ronaldo.
En el mundial de Estados Unidos 94 fui feliz porque Brasil se llevó la Copa. En Francia 98 la tristeza más grande no fue la humillación sufrida por la "canarinha" a manos del equipo anfitrión, lo más triste fue ver perder a la selección de Paraguay en octavos de final y en tiempo extra con aquél fatídico gol de oro de Petit.
Era uno de los mejores equipos en la historia de Paraguay, con José Luis Chilavert bajo los tres palos, en su mejor momento y a escasos minutos de la posibilidad de convertirse en el primer arquero en anotar un gol en un mundial si el juego se definía por los penaltis.
Pero no, llegó el gol de Emmanuel Petit que acabó con las ilusiones del equipo paraguayo y de uno de los mejores porteros del mundo, mi preferido. Recuerdo que mi papá me grabó todos los partidos de ese mundial, pero nunca pude ver de nuevo ese momento.
Pero así es el fútbol y por eso es uno de los deportes más hermosos, porque es capaz de producir todo tipo de sensaciones y de experimentar en 90 minutos la gloria o el infierno, sin estadios intermedios.

jueves, 10 de junio de 2010

El tiempo de África

80 años después que rodara el balón por primera vez en una cita mundialista, el evento deportivo más importante del planeta llega al fin a tierras africanas.

África era el único continente que no había organizado la Copa del Mundo, a pesar de ganarse el derecho en el terreno de juego en las últimas décadas con selecciones memorables como la de Camerún de Roger Milla, la Nigeria de Jay Jay Okocha y las siempre temidas “Estrellas Negras” de Ghana.

Sin embargo, con el argumento de la pobreza e inseguridad de los países africanos se le arrebató su oportunidad en el 2006, cuando la FIFA le otorgó a Alemania la sede del Mundial.

Pero las naciones fuera de Europa también reclamaban su oportunidad. Ya Lula da Silva externaba el sentimiento de los países emergentes en su discurso el día que Río de Janeiro fue nombrada anfitriona de los Juegos Olímpicos del 2016.

“Por ser un país colonizado tenemos la manía de sentirnos pequeños, no ser importantes, que no podíamos y otros sí. Queríamos esta oportunidad para ser una gran nación, sabemos trabajar cuando somos provocados”, decía entre lágrimas el presidente sudamericano.

Eso es lo que también reclamaba Sudáfrica, su oportunidad, su necesidad de creer que sí podían mostrar al mundo un rostro diferente a la pobreza, la inseguridad y su reciente pasado cruel del apartheid.

Y para conseguir este propósito llegó el fútbol, el deporte que hasta hace poco más de una década era considerado un juego para negros. La situación hasta hace unos años era simple: el rugby para los blancos, el fútbol para los negros.

En 1995, Nelson Mandela usó al rugby y a la selección de Sudáfrica conocida como los Springboks para unir a una nación sumida en la segregación racial. El resultado: el primer presidente negro de Sudáfrica le entregaba el trofeo de campeones del mundo al mítico capitán de la selección, a François Pienaar, un hombre de tez blanca admirado por los sudafricanos blancos.

Así como el rugby unió a negros y blancos por primera vez a mediados de los noventas, ahora es el turno para que el fútbol haga lo mismo.

El balompié ya dejó de ser el deporte de los negros, de los pobres. Ahora el fútbol es el juego de todos los sudafricanos. Gracias al fútbol los ojos de toda la humanidad se centran en Sudáfrica, en el continente madre, en el África multirracil.

domingo, 6 de junio de 2010

La UES está de regreso

Los universitarios hicieron su trabajo y contra todo pronóstico ya forman parte de la Primera División del Fútbol Salvadoreño. Un ascenso que llega en el momento justo, cuando el Alma Mater necesita al menos un estímulo para comenzar a retomar el brillo de antaño.

Y la UES tiene todo para triunfar: un gran escenario deportivo, médicos, fisioterapeutas, 50 mil estudiantes y aficionados potenciales y cientos de miles más que se formaron en la histórica universidad.

Un gran reto, un momento de ilusión.

jueves, 3 de junio de 2010

A un paso de alcanzar la gloria

Más de 20 años han pasado desde la última vez que cientos de estudiantes de la Universidad Nacional se agolparon en un estadio para animar al "equipo escarlata" en una tarde de fútbol de Primera División.

Más de dos décadas lejos de un circuito que dominó a su antojo, de la mano de renombrados futbolistas nacionales y extranjeros, practicando un estilo de juego impecable.

Era otra época, una donde el Alma Mater se posiconaba como uno de los centros educativos más prestigiosos de Latinoamérica en todos los campos, incluido el fútbol.

Nada había que envidiar al histórico conjunto de la Universidad de Chile, o a los "Pumas" de la Universidad Autónoma de México, o a otros clubes surgidos en los campos universitarios a lo largo y ancho del continente.

Sin embargo, la agudización del conflicto armado y los constantes hostigamientos hacia la universidad terminaron pasándole la factura al equipo de la U.

Desde su última aparición en la liga mayor (1986/1987), la UES ha cargado con más penas que glorias tanto en segunda como en tercera división. Pero tras largos años de atravesar casi los mismos calvarios a los que están condenados los equipos salvadoreños (terrenos de juego en mal estado, desórdenes administrativos, preparación física inadecuada, por mencionar algunos), los universitarios vuelven a soborear las mieles del éxito.

Ahora son los nuevos monarcas de la Liga de Plata y están a un paso de retornar a la primera división si le ganan al Once Municipal, el combinado de Ahuachapán.

Ahora, de la noche a la mañana, el espíritu de muchas generaciones de estudiantes de la UES parece renovado.

Para nadie es novedad la pérdida de los valores históricos del Alma Mater -aquél sentimiento de antaño de querer transformar a la sociedad y ser uno de los pilares fundamentales de la cultura nacional-, además todos conocen los conflictos protagonizados por algunos gremios estudiantiles y el caos administrativo.

Pero una vez más aparece el fútbol y con su espectáculo revive el orgullo de pertenecer a la UES, sin importar si tocó estar en sus mejores años, durante la guerra o después de ella.

Con la magia del fútbol vuelven los recuerdos de las tardes en el bosque frente a la biblioteca, la Concha Acústica, las minutas de la Facultad de Ingeniería y hasta la famosa "madre".

Ahora, las dos décadas de transitar por la senda del fracaso se reducen a nada. Lo que importa en este momento es que el equipo de la UES levante la copa y vuelva a ser grande al menos en el apartado futbolístico.