martes, 25 de enero de 2011

¿Por qué no gana la selección salvadoreña?

El otro día leía una teoría sobre las razones por las que la selección de Holanda, a pesar de revolucionar el balompié en la década del 70 con su “fútbol total” y parir estrellas de la talla de Johan Cruyff, Marco van Basten, Ruud Gullit, Wesley Sneijder y Arjen Robben; nunca ha ganado un mundial. ¡Y eso que ha disputado la final en tres ocasiones!
La primera vez se enfrentó a Alemania Federal, en territorio teutón. Tras ir arriba en el marcador 1-0, los holandeses acabaron perdiendo 1-2.
Cuatro años más tarde repetían la hazaña, esta vez contra Argentina, en el Estadio Monumental de Buenos Aires. Entonces cayeron 3-1 tras la prórroga al final de los 90 minutos reglamentarios.
32 largos años pasaron para que Holanda llegara de nuevo a la instancia final de una Copa del Mundo. Eso pasó en el mundial de Sudáfrica, en el 2010. Aunque muchos pensaron que la celebración del torneo en el continente madre le traería la buena suerte a los “tulipanes”, además de tener enfrente a una novata en esta cita: la selección española, la teoría resultó errónea. Otra vez Holanda caía en la final, ahora con un crudo 1-0 en contra. La maldición se había manifestado por tercera vez en el césped.
Juan Villoro dice en su libro Dios es redondo que el problema de Holanda es que no tiene ninguna historia de sufrimiento, y eso le impide ser el protagonista de gestas épicas.
Según esta teoría, Brasil es pentacampeón del mundo porque todos los jugadores, y en mayor escala los fanáticos, llevan tatuada en el alma la derrota de 1950 frente a los uruguayos.
Los alemanes han alcanzado su inspiración en los señalamientos del mundo tras el nazismo, en Franz Beckenbauer jugando con el brazo roto, en ser considerados fríos y calculadores.
Los argentinos y los italianos han tenido la presión de las dictaduras militares en sus espaldas, además de las gestas herócias de sus pueblos en siglos pasados y que todavía sobreviven en la memoria colectiva de la gente.
Los holandeses en cambio, parecen llevar una vida sin sobresaltos, no lloran si su equipo pierde, no arman lío en las calles…el fútbol es otra actividad cualquiera.
Ante esta teoría vale preguntarse ¿Y por qué no gana la selección salvadoreña si lo que sobra en el país es el sufrimiento?
El Salvador tiene una larga y rica historia futbolística: ha disputado el mundial en dos ocasiones, el balompié terminó por desencadenar una guerra contra Honduras en 1969, este país centroamericano es la cuna del “Mágico” González –para muchos aficionados y hasta para el propio Maradona, el mejor futbolista de todos los tiempos.
El Salvador se clasificó al mundial (1970 y 1982), cuando la situación social, política y económica del país era convulsa, las condiciones deportivas eran pésimas y lo que se reflejaba con creces era la escasez de lo básico. Y con todo eso en contra El Salvador se coló a la Copa del Mundo.
Los seleccionados transformaron su sufrimiento personal y de nación en una gesta épica, e hicieron historia con menos que poco.
La última vez que la selección nacional ganó un torneo internacional fue en el 2002, cuando en tierras salvadoreñas conquistó la medalla de oro de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Desde entonces han transitado por callejones oscuros.
Nadie niega que hace falta un plan de trabajo serio e incluyente a mediano y largo plazo, buenas canchas para entrenar, voluntad de los equipos de la Primera División para trabajar en conjunto, mayor seriedad de la Federación de Fútbol, un entrenador comprometido, continuidad de proyectos, y sobre todo unos seleccionados con el deseo de convertir cada salida al terreno de juego en una gesta gloriosa.
Los únicos que en este momento parecen entender la relación entre el sufrimiento y la épica son los seleccionados de fútbol playa, quienes a pura garra, entrega y coraje coraje han conquistado títulos regionales y participado en Copas del Mundo.
A los demás les falta “ese algo” que tienen los que hacen historia, y mientras eso no cale en lo más profundo de la mente y del corazón, futbolistas y aficionados seguiremos transitando por esos oscuros laberintos de la derrota.

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