martes, 19 de abril de 2011

Sufrimiento al cuadrado


Dicen los cardiólogos que el estrés emocional generado por los partidos de fútbol de alto nivel duplican las posibilidades de sufrir un infarto. La interrogante es ¿a cuánto asciende el porcentaje cuando se enfrenta el Barcelona con el Real Madrid?
De todas maneras, en los últimos días estas cifras se han cuadriplicado a raíz de los cuatro clásicos del fútbol español –y mundial-, a disputarse en menos de un mes.
Quizá el de menor intensidad de los cuatro era el primer juego, el de la Liga Española. No es que no les importara a los futbolistas, y menos a los aficionados, en especial a los que un partido de cualquier naturaleza les brinda la razón ideal para perderse entre las copas en medio de la multitud.
Pero ese juego no era “tan importante” porque ganara uno o perdiera el otro, el Barcelona siempre estaría al frente, y sobre todo porque quedarían otras fechas para extender la esperanza de conquistar el título.
Sin embargo, el juego sin retorno, el de vida o muerte, el del orgullo y el que dará impulso para el resto de la temporada es la final de la Copa del Rey.
Allí se juega un título, el orgullo de ser llamados campeones y, en especial, el vencedor tendrá el estímulo necesario para enfrentarse a las semifinales de la Liga de Campeones.
Este miércoles 20 de abril no habrá otro mañana para ninguno de los dos equipos. Ese “miércoles Santo” no habrá mañana para el aficionado de corazón azulgrana o el de sangre blanca.
Dos clásicos en un lapso de cuatro días es un placer para el aficionado, y cuatro en menos de un mes es un auténtico paraíso solo comparado con los días del Mundial de Fútbol. Porque luego de la Copa del Rey vienen las semifinales de la Champions, otros 180 minutos de adrenalina total.
En los últimos días todos hablan sobre los partidos, auguran goleadas, especulan alineaciones, veneran o desprecian al pulpo “Iker” dependiendo a quién le presagie la victoria. Pero hay otros más sentimentales para quienes nunca habrá otro como el pulpo “Paul”, aquél que maravilló a los españoles y hundió a los argentinos, alemanes y holandeses en el Mundial de Sudáfrica 2011 con sus predicciones.
A esta altura del mes, y con tres clásicos en el horizonte, a nadie le importa el aumento de la tarifa eléctrica, la canasta básica, la gasolina y el subsidio al gas.
Parece que la única preocupación es estar al tanto sobre cuánto aumentan las pulsaciones del corazón al acercarse el partido, a cuántos decibelios sonará el himno de España o el de la UEFA en los actos protocolarios (y si es lo suficientemente alto para apagar los silbatazos del público), en cuántos goles terminará anotando Messi al final de la temporada y en otras cosas no menos importantes para el hincha.
Al final, para el aficionado, el sufrimiento solo es un tramo en el camino hacia la gloria, la felicidad absoluta, el éxtasis total que solo se tiene cuando el árbitro pita el final del partido.
Y si el equipo de sus amores gana, todo habrá valido la pena. Si el equipo de sus amores pierde…de todas maneras siempre quedará la esperanza de la revancha deportiva.

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