jueves, 2 de diciembre de 2010
El fútbol y el nuevo orden económico mundial
Que el Comité Ejecutivo de la FIFA eligiera a Rusia y a Qatar como las sedes de los mundiales de fútbol del 2018 y del 2022 resultó toda una sorpresa, y sin duda la decisión ha desatado sentimientos encontrados en todo el mundo.
A simple vista parece que Joseph Blatter está cumpliendo su promesa de llevar el fútbol a todos los rincones del planeta. El primer paso en esta dirección lo dio con su férreo apoyo a la candidatura de Sudáfrica, hasta que la nación del “continente madre” albergó el evento deportivo este año.
Ahora el balón se traslada a regiones que jamás han organizado una Copa del Mundo. Esta es la primera vez para un país de Europa del Este, y también la primera ocasión en Oriente Medio.
¿Por qué la sorpresa? En la terna para el Mundial del 2018 competían en candidaturas conjuntas España y Portugal, y Holanda y Bélgica, además de Inglaterra y Rusia.
Inglaterra llegaba como favorita, confiando quizá en hacer un doblete como los brasileños (Londres será la sede de los Juegos Olímpicos del 2012, mientras que Brasil organizará los del 2016 y el Mundial del 2014). España y Portugal era otra candidatura fuerte, con el respaldo gubernamental y de la gente, pero minimizada en las últimas semanas por la crisis económica que enfrentan.
Así que cuando Blatter abrió el sobre y mencionó a Rusia, la primera impresión fue de sorpresa. Sin embargo, al final de cuentas, la designación de Rusia no es tan sorprendente. Basta recordar que en los últimos años los magnates rusos han incursionado en los grandes clubes europeos, si no hay que echar un vistazo a la Premier League. Y como muestra, en la gala en Zúrich, estaba en primera fila el multimillonario Román Abramóvich.
El poderío económico ruso se refleja en el presupuesto para la construcción de estadios que asciende a $3.84 billones, además de garantizar la venta de entradas y sobre todo, la venta de los derechos televisivos –lo que genera mayores ganancias al ente rector del fútbol y la situación que más le preocupa al momento de designar las sedes.
Esta conquista de Rusia en el plano deportivo solo recuerda, una vez más, que su carrera para consolidarse al frente del Nuevo Orden Económico Mundial va a toda máquina. No hay que olvidar que este gigante europeo tiene la mayor reserva de gas natural del mundo, la segunda más grande de carbón y petróleo a montón.
Lo mismo sucedió con la designación de Qatar como sede del Mundial del 2022, país que se llevó el “premio” en su primer intento. Lo más contradictorio es que Qatar nunca ha participado en una Copa del Mundo, pero eso es lo de menos cuando se trata de uno de los principales exportadores de petróleo, con jeques multimillonarios y con presupuestos de cifras astronómicas (Qatar invertirá $3 billones en la construcción de estadios).
En la terna del 2022 también competía Australia, que nunca ha organizado una Copa del Mundo; Estados Unidos, que presentó un proyecto muy sólido, casi perfecto, pero que no valió de nada. En el plano deportivo era complicado alcanzar su propósito porque hace relativamente poco organizó el mundial (1994), pero ¿será también esta una nueva señal del nuevo orden económico y político internacional? ¿Es este el reconocimiento a las nuevas grandes economías? ¿El doblete de Juegos Olímpicos y Copa del Mundo de Brasil era una señal de lo que se podía esperar ahora?
Corea del Sur era el otro contendiente. Su situación era difícil, porque apenas en el 2002 fue la sede del evento junto a Japón. Además, los surcoreanos basaron su candidatura como un motor para impulsar la reunificación con Corea del Norte. Pero ¿cómo lograr ese cometido cuando la otra parte no está involucrada, peor aún, cuando en la actualidad soplan vientos de guerra en la península?
En definitiva, que la celebración del máximo evento futbolístico sea en Rusia y Qatar significa llevar el fútbol a todos los rincones; pero también dibuja un nuevo mapa político y económico.
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