La salida de Carlos Mijangos del Club Deportivo Águila solo refleja una situación: el retroceso futbolístico de una institución histórica del balompié nacional.
Tener cinco técnicos en una temporada y media no es normal, que regrese un entrenador que fue despedido hace unos meses no es usual, que los jugadores salgan a jugar con la intención de perder es de mediocres, y que encima el presidente les pregunte a los jugadores a quién quieren como entrenador pasa al terreno del absurdo.
Se supone que en todo club serio, esa es una función asumida por el secretario técnico o director deportivo. Sin embargo, en El Salvador eso parece una utopía.
Una utopía es también que los dirigentes sean gente preparada en el plano deportivo, que al menos conozca del tema o tan siquiera sienta un poco de amor por los colores del equipo que representa.
Esa ha sido la historia de muchos equipos, clubes que fueron simples aves de paso en la Primera División. Pero en los últimos tiempos esos males se han trasladado a los grandes equipos del circuito nacional.
Lástima enorme, porque con estas acciones es imposible el crecimiento del fútbol salvadoreño.
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