martes, 28 de septiembre de 2010

Un documental para reflexionar


Cuando El Salvador participó por segunda vez en un mundial, yo apenas tenía un año de edad. A pesar de no tener conciencia de la gesta, crecí escuchando la historia una y otra vez que ahora es como si la hubiera presenciado en primera fila.
Por esa razón, al ver el documental Uno: la historia de un gol, reviví esos eventos que construí en mi mente a través de los relatos populares.
Allí estaba la misma emoción al recordar un triunfo sobre los mexicanos en la eliminatoria, en especial cuando Hugo Sánchez, su máxima figura, había dicho un par de días antes que en El Salvador se jugaba con pelota cuadrada; un sabor mucho más dulce por dejarlos fuera del mundial.
Ese 1-0 que significó medio boleto para España 82 fue a base de juego, garra y orgullo, ese que sale a flote cuando le dicen a un salvadoreño que es un guerrillero, un pobre muerto de hambre, un don nadie en el mundo.
Esa entrega y coraje solo las poseen aquellos que pasan por toda clase de adversidades para alcanzar sus sueños. Sí, porque ni México que era la potencia de la Concacaf, que había organizado el mundial del 70, que contaba en sus filas con jugadores experimentados en Europa y con todos los recursos disponibles, pudo asistir al mundial. El Salvador lo hizo, en medio de la guerra, en medio del caos.
Veía las imágenes de ese triunfo histórico en Honduras y me imaginaba lo que sentían los salvadoreños. Sólo el fútbol, sólo la selección podía dar una alegría capaz de opacar por unos instantes el caos político, social y económico de esa década.
Después de eso se vino la tragedia, no por el histórico 10-1 sino por la desfachatez de los dirigentes de la federación de fútbol que sacaron el mayor provecho personal de la situación.
Reducir los presupuestos de viáticos, dejar casi sin implementos deportivos a los jugadores y prácticamente darles la espalda durante la justa fue algo digno de hampones. Lo triste es que poco han cambiado las cosas en la actualidad.
Lo que sí ha cambiado es la actitud de los jugadores. Antes era garra, entrega total; ahora importa más cuánto ganarán en concepto de patrocinios, en intentar imitar a las verdaderas estrellas del fútbol, en estar a la moda.
Así las cosas sólo me pregunto ¿podré ver algún día a El Salvador clasificarse a un mundial? Desde el fondo de mi corazón espero que sí, porque hay talentos escondidos y el deseo de muchos niños y jóvenes que esperan una oportunidad para brillar.

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