martes, 31 de mayo de 2011
Quiero intoxicarme con el fútbol nacional
Que estamos intoxicados con el fútbol español, no hay duda alguna. De otra manera un partido del Barcelona o del Real Madrid no levantaría tantas expectativas entre los salvadoreños, ni encendería los ánimos a extremos insospechados.
Yo me declaro culpable del delito de intoxicación, y desde hace un buen rato. ¿Malinchismo? No lo creo. ¿Desprecio al fútbol nacional? Tampoco. ¿La razón? Muchas.
Por ejemplo, mi equipo favorito -el Águila- cambia de técnico como quien cambia de ropa, aunque ese es un mal endémico de casi todos los conjuntos nacionales.
Los dirigentes también parecen transitar el mismo camino, el mejor ejemplo es el de un ex dirigente aguilucho. Luego, la directiva de mi equipo favorito fue comandada por un alcalde que lo llevó al fracaso.
También apoyaba al Nejapa, otra escuadra comandada por otro alcalde. Lo malo es que cuando el regidor perdió su puesto, el conjunto desapareció del mapa.
Cuando el Nejapa estuvo en primera división fui a casi todos los partidos que jugó de local, incluso después de suspender un encuentro porque un “aficionado” lanzó fuegos artificiales a la cancha.
Digo “incluso” porque no me devolvieron el dinero de la entrada, ni muchos menos me permitieron entrar a otro partido con ese boleto para un espectáculo que jamás disfruté.
Es impensable que en una liga profesional los jugadores estén a medio sueldo, y peor aún que no les paguen durante meses sin que nadie diga nada. Igual de reprochable e indigno es que los futbolistas vivan en una casa club que no les cubre las necesidades básicas.
En el fútbol nacional, algunos técnicos parecen copias baratas de lo peor de los estrategas internacionales, y los deportistas a veces circulan en una realidad que solo existe en sus cabezas, aquellos que se creen grandes porque hicieron una temporada regular y luego se pierden entre las líneas de una nota sensacionalista.
Y qué decir del costo de las entradas a los estadios. El otro día fui a ver el clásico entre el Águila y el Alianza. Pagué $6 en una zona lejana a la tribuna (y eso que con un descuento). Pero los dirigentes prefieren tener estadios vacíos a bajar el precio y que los hinchas alienten a los suyos.
Y luego está el espectáculo en la cancha: futbolistas que pecan de individualistas, toques imprecisos, la evidente falta de condición física, sequía de goles, faltas a montón, reclamos, insultos, malos arbitrajes…
En serio que mi mayor anhelo es intoxicarme del fútbol nacional, pero lo mínimo que espero es buen fútbol y seriedad en quienes dirigen el deporte rey. Mientras eso no exista, no me queda más que intoxicarme con otras ligas del mundo.
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