miércoles, 15 de diciembre de 2010
Lo que sí se robó el Grinch
Cuando el Dr. Seuss creó al verde, peludo y gruñón Grinch en la década de 1950, pensaba en todos aquellos a los que la Navidad no les traía ningún recuerdo agradable.
Aquél desdichado personaje cambió su forma de pensar al final del relato, e incluso era el más emocionado con la llegada de las Pascuas debido al crecimiento repentino de su corazón (eso es común en los cuentos de hadas).
En la vida real el corazón no se ensancha ni se encoge, aunque a veces pareciera que sí lo hace (por desgracia, los de corazones minúsculos son mayoría en el mundo). Pero ¿qué es la Navidad en estos días? Nada más emociones por las vacaciones, el aguinaldo, las compras, los regalos, la pólvora y demás pormenores.
¡Cuánta razón tenía el Grinch al pretender robarse la Navidad! Pero no, tuvo que llegar la pequeña y dulce Cindy Lou para evitar que el perverso ser verde y su terrible mascota "Max" arruinara la celebración de fin de año.
Con Cindy Lou en el camino, hasta allí llegaron las pretensiones del Grinch de desaparecer el árbol navideño, los regalos, la cena, las luces y todo lo que recordara la época festiva.
Eso sí, al Dr. Seuss se le olvidó recomendarle a su creación que no se robara los espectáculos deportivos de fin de año. En la segunda quincena del mes ya no hay nada que ver, y la espera se prolonga hasta finales de enero.
Puedo imaginarme al Grinch en su trineo, con una gran bolsa roja llena de todos los futbolistas de todas las ligas de fútbol -menos los ingleses, que no paran aunque el techo de los estadios se desplome a causa de la nieve.
Allá van al lado de "Max" los tenistas, los jugadores de béisbol, los profesionales del atletismo, los boxeadores, los nadadores y demás atletas.
Al final, el malévolo Grinch sí se salió con la suya y se llevó con él la mayoría de actividades deportivas nacionales e internacionales. ¡Felicidades, Grinch! Esa sí fue una jugada maestra.
domingo, 5 de diciembre de 2010
Cómo no te voy a querer...
Cómo no te voy a querer 'Selecta' de playa, si en las arenas de Puerto Vallarta defendiste el azul y blanco de El Salvador como si de ello dependiera la vida.
Cómo no sentirme orgullosa de estos 12 guerreros que en cada partido brindaron buen juego, y en especial regalaron lecciones de lucha y de nunca bajar los brazos a pesar de las circunstancias adversas (en dos de los cinco partidos disputados la selección comenzó perdiendo, pero al final se llevó la victoria).
Cómo no sentir respeto tras ser todo garra y entrega aunque la Federación Salvadoreña de Fútbol los mandó con $30 de viáticos diarios (menos mal que recapacitaron y decidieron duplicar los $15 iniciales, que al final de cuentas es nada comparado con todos los logros de los últimos años).
Cómo no admirar a estos hombres que en la final lucharon en la cancha contra los futbolistas mexicanos, y también se enfrentaron a los aficionados apostados en los graderíos, quienes los insultaron, les dieron la espalda y les sacaron el dedo del medio mientras sonaba el himno nacional (dulce venganza la de ellos tras aquellas mascarillas en el Estadio Cuscatlán durante la visita de México en las eliminatorias mundialistas rumbo a Sudáfrica).
Cómo no sentir en la distancia la dedicación de los nuestros en el juego final, sus intentos por dominar el balón en cada jugada, su frustración tras un tiro desviado, su enojo ante una falta no pitada, su desesperación al marcar al rival, su enfado tras un error, sus lágrimas por la derrota.
Cómo no tener a este equipo en el corazón, si son los únicos que han puesto en alto el nombre de El Salvador a nivel de selecciones (nunca hubo un logro tan grande desde la clasificación de la selección mayor al Mundial de España 82).
Cómo no quererlos, cómo no respetarlos, cómo no sentir orgullo. Quizá solo quien no entiende el valor del deporte y todo lo que significa fuera del terreno de juego para un país envuelto en mil historias de tragedia pueda no sentir nada de esto; los demás, estamos con ustedes seleccionados de fútbol playa.
Cómo no sentirme orgullosa de estos 12 guerreros que en cada partido brindaron buen juego, y en especial regalaron lecciones de lucha y de nunca bajar los brazos a pesar de las circunstancias adversas (en dos de los cinco partidos disputados la selección comenzó perdiendo, pero al final se llevó la victoria).
Cómo no sentir respeto tras ser todo garra y entrega aunque la Federación Salvadoreña de Fútbol los mandó con $30 de viáticos diarios (menos mal que recapacitaron y decidieron duplicar los $15 iniciales, que al final de cuentas es nada comparado con todos los logros de los últimos años).
Cómo no admirar a estos hombres que en la final lucharon en la cancha contra los futbolistas mexicanos, y también se enfrentaron a los aficionados apostados en los graderíos, quienes los insultaron, les dieron la espalda y les sacaron el dedo del medio mientras sonaba el himno nacional (dulce venganza la de ellos tras aquellas mascarillas en el Estadio Cuscatlán durante la visita de México en las eliminatorias mundialistas rumbo a Sudáfrica).
Cómo no sentir en la distancia la dedicación de los nuestros en el juego final, sus intentos por dominar el balón en cada jugada, su frustración tras un tiro desviado, su enojo ante una falta no pitada, su desesperación al marcar al rival, su enfado tras un error, sus lágrimas por la derrota.
Cómo no tener a este equipo en el corazón, si son los únicos que han puesto en alto el nombre de El Salvador a nivel de selecciones (nunca hubo un logro tan grande desde la clasificación de la selección mayor al Mundial de España 82).
Cómo no quererlos, cómo no respetarlos, cómo no sentir orgullo. Quizá solo quien no entiende el valor del deporte y todo lo que significa fuera del terreno de juego para un país envuelto en mil historias de tragedia pueda no sentir nada de esto; los demás, estamos con ustedes seleccionados de fútbol playa.
sábado, 4 de diciembre de 2010
Retrato de una victoria
Sigo en éxtasis. No hay más. ¿En qué otro estado se puede encontrar un aficionado cuando su equipo gana, y más aún si esa victoria representa la clasificación a un mundial? Eso hizo hoy la selección de fútbol playa de El Salvador: ganar y clasificarse al Mundial de Italia 2011.
El presentimiento de la victoria flotaba en el ambiente desde que comenzó la eliminatoria, gracias a los logros pasados de estos “pescadores de corazones” –como los llaman ahora los comentaristas deportivos mexicanos.
Los salvadoreños llegaban a la semifinal invictos tras imponerse a Canadá 6 a 3, vencer a Jamaica 10 a 8 en uno de los partidos más intensos del premundial, y cerrar la primera ronda con un triunfo in extremis ante México con marcador de 4 a 3, y que requirió la definición desde el manchón de penalti.
Por eso hoy, sobre la arena, la confianza estaba del lado de la azul y blanco. No es que Costa Rica careciera de talento, de sobre comprobado luego de poner contra las cuerdas a la selección de los Estados Unidos en el cierre de su grupo. Tampoco era cuestión de garra, porque tanto los salvadoreños como los ticos hicieron gala de ella durante todo el torneo. Quizá, al final, todo se trató de una intervención divina.
Porque allí estaban los salvadoreños, nadando contracorriente frente a los ticos, con la desventaja de dos goles. Lo mismo les pasó en el juego contra México, duelo en el que se impusieron con garra y entrega. Por cosas del destino, ambos encuentros terminaron 3-3 en los minutos reglamentarios, y en los dos partidos la Selecta se llevó la victoria en la “ruleta rusa” de los penaltis.
Y si hubo intervención divina, me quedo tranquila de haber hecho mi parte. ¿Qué más podía hacer sino elevar plegarias por los representantes cuscatlecos? ¡Cómo se sufre a la distancia! En esa hora de partido (contando los “tiempos muertos”, los descansos, el extra tiempo y demás), pasé de la agonía a la dicha total.
Pararse, sentarse otra vez, volver a pararse para ir por agua, buscar boquitas en la alacena, tomar más agua, darle más volumen al televisor, juntar las manos y pedir la gracia divina, gritar, caminar de un lado a otro…Esos fueron mis momentos de espera, la expectativa ante el parto del triunfo en el terreno de juego.
Los postes, las “benditas” manos del arquero tico, la falta de puntería de los nuestros hacían latir mi corazón a niveles insospechados. Manos frías, una voz interior repitiendo una y otra vez “¡Vamos, El Salvador!”, imágenes de La Pirraya, todo se juntaba en mi cerebro. Un penalti bien cobrado por ambas selecciones en la “ruleta rusa”, y más tensión.
El último tiro quedó grabado en mi memoria. Agustín toma la número 5. Con la mayor delicadeza de sus manos fuertes tras toda una vida dedicada a la pesca artesanal, el delantero hace círculos en la arena para crear un montículo donde acomoda la esférica de un amarillo intenso. Da un par de pasos hacia atrás, se pone las manos en la cintura y con un dejo de timidez clava su mirada en la portería.
En la media cancha, los cuscatlecos están tumbados, con los rostros sobre la arena. Unos apenas levantan la cabeza para ver el trabajo de Agustín, mientras otros juntan sus manos con fuerza.
Agustín da unos pasos al frente con determinación, golpea el balón con fuerza, la bola se cuela en la parte derecha de la portería y ¡gol! Es el segundo penalti fructífero para El Salvador. Falta que cobre Costa Rica.
El tico se dirige al punto de lanzamiento. Parece tranquilo. Sus compañeros están de rodillas en el terreno. El arquero salvadoreño Eleodoro Portillo avanza con paso lento y firme a defender la meta. El tico golpea el balón y ¡falla! Los salvadoreños explotan llenos de júbilo. ¡El Salvador está en el Mundial!
¡Qué bien se siente que El Salvador sobresalga en algo! Es más, qué bien se siente que El Salvador ahora sea una potencia del fútbol playa en la región. Todo gracias al esfuerzo y la disciplina de estos hombres capaces de mezclar la pesca y el fútbol. Ahora solo resta decir: ¡Hasta pronto Italia!
jueves, 2 de diciembre de 2010
El fútbol y el nuevo orden económico mundial
Que el Comité Ejecutivo de la FIFA eligiera a Rusia y a Qatar como las sedes de los mundiales de fútbol del 2018 y del 2022 resultó toda una sorpresa, y sin duda la decisión ha desatado sentimientos encontrados en todo el mundo.
A simple vista parece que Joseph Blatter está cumpliendo su promesa de llevar el fútbol a todos los rincones del planeta. El primer paso en esta dirección lo dio con su férreo apoyo a la candidatura de Sudáfrica, hasta que la nación del “continente madre” albergó el evento deportivo este año.
Ahora el balón se traslada a regiones que jamás han organizado una Copa del Mundo. Esta es la primera vez para un país de Europa del Este, y también la primera ocasión en Oriente Medio.
¿Por qué la sorpresa? En la terna para el Mundial del 2018 competían en candidaturas conjuntas España y Portugal, y Holanda y Bélgica, además de Inglaterra y Rusia.
Inglaterra llegaba como favorita, confiando quizá en hacer un doblete como los brasileños (Londres será la sede de los Juegos Olímpicos del 2012, mientras que Brasil organizará los del 2016 y el Mundial del 2014). España y Portugal era otra candidatura fuerte, con el respaldo gubernamental y de la gente, pero minimizada en las últimas semanas por la crisis económica que enfrentan.
Así que cuando Blatter abrió el sobre y mencionó a Rusia, la primera impresión fue de sorpresa. Sin embargo, al final de cuentas, la designación de Rusia no es tan sorprendente. Basta recordar que en los últimos años los magnates rusos han incursionado en los grandes clubes europeos, si no hay que echar un vistazo a la Premier League. Y como muestra, en la gala en Zúrich, estaba en primera fila el multimillonario Román Abramóvich.
El poderío económico ruso se refleja en el presupuesto para la construcción de estadios que asciende a $3.84 billones, además de garantizar la venta de entradas y sobre todo, la venta de los derechos televisivos –lo que genera mayores ganancias al ente rector del fútbol y la situación que más le preocupa al momento de designar las sedes.
Esta conquista de Rusia en el plano deportivo solo recuerda, una vez más, que su carrera para consolidarse al frente del Nuevo Orden Económico Mundial va a toda máquina. No hay que olvidar que este gigante europeo tiene la mayor reserva de gas natural del mundo, la segunda más grande de carbón y petróleo a montón.
Lo mismo sucedió con la designación de Qatar como sede del Mundial del 2022, país que se llevó el “premio” en su primer intento. Lo más contradictorio es que Qatar nunca ha participado en una Copa del Mundo, pero eso es lo de menos cuando se trata de uno de los principales exportadores de petróleo, con jeques multimillonarios y con presupuestos de cifras astronómicas (Qatar invertirá $3 billones en la construcción de estadios).
En la terna del 2022 también competía Australia, que nunca ha organizado una Copa del Mundo; Estados Unidos, que presentó un proyecto muy sólido, casi perfecto, pero que no valió de nada. En el plano deportivo era complicado alcanzar su propósito porque hace relativamente poco organizó el mundial (1994), pero ¿será también esta una nueva señal del nuevo orden económico y político internacional? ¿Es este el reconocimiento a las nuevas grandes economías? ¿El doblete de Juegos Olímpicos y Copa del Mundo de Brasil era una señal de lo que se podía esperar ahora?
Corea del Sur era el otro contendiente. Su situación era difícil, porque apenas en el 2002 fue la sede del evento junto a Japón. Además, los surcoreanos basaron su candidatura como un motor para impulsar la reunificación con Corea del Norte. Pero ¿cómo lograr ese cometido cuando la otra parte no está involucrada, peor aún, cuando en la actualidad soplan vientos de guerra en la península?
En definitiva, que la celebración del máximo evento futbolístico sea en Rusia y Qatar significa llevar el fútbol a todos los rincones; pero también dibuja un nuevo mapa político y económico.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
El sueño de la tercera
Hace poco más de un año, un grupo de uruguayos con destino a los Emiratos Árabes Unidos hicieron un espacio en su agenda y se desviaron de su ruta para visitar la isla La Pirraya. Su presencia en el corazón de la Bahía de Jiquilisco, en Usulután, obedecía a una sola razón: conocer a los seleccionados de fútbol playa originarios de la zona.
Y es que la historia de los pescadores artesanales convertidos en futbolistas traspasó las fronteras patrias, en especial luego de convertirse en campeones de la Concacaf y participar en un mundial de la especialidad por segundo año consecutivo.
Con sus mochilas al hombro y su cámara fotográfica en las manos, los turistas sudamericanos desembarcaron en ese humilde lugar plagado de gente acostumbrada a trabajar de sol a sol entre las aguas de la bahía.
Pero además de querer conocer a los héroes salvadoreños, a los “cangrejitos playeros” como le llaman de cariño a los seleccionados, los uruguayos llegaron con la promesa de ser sus principales hinchas en el mundial. Y así fue, porque en Dubái también se encontraron con los cuscatlecos, y también los animaron en cada partido.
Un año ha pasado desde aquella visita, desde la participación en el mundial de Dubái (donde El Salvador quedó en último lugar de su grupo con diez goles en contra), desde que las notas del himno nacional sonaran en aquél lejano país y en todos los rincones del planeta que seguían de cerca el evento deportivo.
Ahora la selección de fútbol playa comienza un nuevo reto, otra vez en Puerto Vallarta, otra vez en tierras mexicanas. Y, a pesar de los problemas generados a raíz de los viáticos, el entrenador Rudis Gallo aseguró que el único objetivo en mente es la clasificación al mundial.
La meta de los seleccionados y el cuerpo técnico es una: el mundial de Italia. Ojalá que todos los caminos los conduzcan a Italia, y que otra vez los aficionados podamos celebrar el boleto a la Copa del Mundo, el tercero de forma consecutiva. ¡Suerte guerreros!
Cosas que deberían imitarse
Tras el clásico Barcelona-Real Madrid se han dicho muchas cosas, pero todas se resumen en dos: estilo de juego y proyecto deportivo.
Por un lado está Pep Guardiola, siempre fiel a su estilo: mucho toque, circulación rápida del balón, siempre al frente y alentando el juego total aprendido en sus años de futbolista en la entidad catalana bajo la batuta del maestro Johan Cruff.
En el otro lado de la balanza está Mourinho, el hombre frío, el apodado "The Special One", el que dice que no es el mejor entrenador del mundo pero que no hay nadie como él, el hombre provocativo y polémico.
En definitiva, dos visiones distintas de ver la vida y el fútbol. A Mourinho le habían salido bien las cosas durante la temproada, con un equipo agresivo y, de vez en cuando, ocultando el balón (no en vano pasó por el fútbol italiano, los especialistas en el 'catenaccio').
Pero ante el Barcelona se desdibujó, pasó desapercibido -él y su equipo-, sin ideas claras de cómo plantarle cara al juego del Barca.
El otro factor determinante en el partido es el proyecto deportivo del Barcelona, de donde se deriva su estilo de juego. El Barca lleva más de tres décadas practicando el 'fútbol total' y de alimentar a su cantera.
El Madrid, en cambio, se ha conformado con armar 'equipos galácticos' con las estrellas del momento. Como dien por allí, se trata de 'cantera vrs. cartera'. El resultado lógico: el 5-0 del 29 de noviembre de 2010, el 2-6 de la temporada anterior, los seis títulos del Barca en una sola temporada y la blanqueada merengue de los últimos años.
Conclusión: todos los equipos del mundo deberían imitar la filosofía del Barcelona, la de fortalecer su cantera, la de trabajar en un proyecto bien establecido, el de privilegiar el juego de conjunto, el de la disciplina, la humildad y el compromiso.
Por un lado está Pep Guardiola, siempre fiel a su estilo: mucho toque, circulación rápida del balón, siempre al frente y alentando el juego total aprendido en sus años de futbolista en la entidad catalana bajo la batuta del maestro Johan Cruff.
En el otro lado de la balanza está Mourinho, el hombre frío, el apodado "The Special One", el que dice que no es el mejor entrenador del mundo pero que no hay nadie como él, el hombre provocativo y polémico.
En definitiva, dos visiones distintas de ver la vida y el fútbol. A Mourinho le habían salido bien las cosas durante la temproada, con un equipo agresivo y, de vez en cuando, ocultando el balón (no en vano pasó por el fútbol italiano, los especialistas en el 'catenaccio').
Pero ante el Barcelona se desdibujó, pasó desapercibido -él y su equipo-, sin ideas claras de cómo plantarle cara al juego del Barca.
El otro factor determinante en el partido es el proyecto deportivo del Barcelona, de donde se deriva su estilo de juego. El Barca lleva más de tres décadas practicando el 'fútbol total' y de alimentar a su cantera.
El Madrid, en cambio, se ha conformado con armar 'equipos galácticos' con las estrellas del momento. Como dien por allí, se trata de 'cantera vrs. cartera'. El resultado lógico: el 5-0 del 29 de noviembre de 2010, el 2-6 de la temporada anterior, los seis títulos del Barca en una sola temporada y la blanqueada merengue de los últimos años.
Conclusión: todos los equipos del mundo deberían imitar la filosofía del Barcelona, la de fortalecer su cantera, la de trabajar en un proyecto bien establecido, el de privilegiar el juego de conjunto, el de la disciplina, la humildad y el compromiso.
lunes, 29 de noviembre de 2010
A propósito del clásico Barca-Madrid
“Cómo vas a saber lo que es el amor si nunca te hiciste hincha de un club”, reza la primera línea del ‘Poema del fútbol' escrito por el argentino Walter Saavedra. Este escritor, comentarista deportivo y amante de los deportes, resume en pocas líneas gran parte de los sentimientos desatados al interior de los hombres que, ataviados con sus pantaloncillos cortos, se dedican a correr durante 90 minutos tras un balón.
Pero su ‘Poema del fútbol’ también plasma el paraíso y el infierno desatado al interior de los aficionados, aquellos a los que muchos llaman “el jugador número 12”, los que siempre entonan cánticos en los graderíos para alentar a los suyos, los que a veces callan ante el sabor amargo de la derrota, a esos que son los amantes más fieles del mundo.
Y no existe mejor escenario para desatar todas esas pasiones de jugadores e hinchas que en un auténtico clásico. En el mundo hay muchas partidos con rivalidades históricas: AC Milán vs. Inter de Milán, Boca Juniors vs. River Plate, América vs. Guadalajara, entre otros más; pero ninguno tiene la magnitud como un Barcelona-Real Madrid.
Este encuentro tiene la capacidad de paralizar al mundo entero, incluyendo a los habitantes de países enclavados en medio del desierto africano, del altiplano sudamericano, de la región Ártica y Antártica, y a los salvadoreños.
En El Salvador solo el mundial de fútbol, o un partido de selecciones mayores entre México y El Salvador, genera tanta expectativa como el clásico español. ¿Cuáles son las razones? Hay muchas.
Unos dicen que es “malinchismo”, otros sostienen que solo es cuestión de buen fútbol. Lo cierto es que vivimos en una aldea globalizada donde es imposible pasar inadvertidos los grandes eventos mundiales, incluyendo al fútbol.
Además, si al hecho de que el fútbol sea el deporte universal por excelencia le sumamos que es una de las mayores industrias generadoras de dinero en el mundo, es lógico que sus tentáculos seductores estén incrustados en todos los rincones.
Pero el fútbol, además de dinero, genera sentimientos. ¿Qué otra cosa genera tanta pasión, emoción y orgullo en la población? Eso quizá solo lo logra la patria, el sentimiento nacionalista. Pero lo que sí despierta exaltaciones a niveles insospechados es un equipo de fútbol. Lo desata el Barca y el Madrid, y cuando se enfrentan entre ellos, todo se desborda.
Algunos dirán que quizá suene lógico para un partido de la Liga Mayor, pero no para un encuentro de otro país. Eso es cierto, a medias. La otra parte de verdad es que los aficionados quieren disfrutar del buen fútbol, y ese, aunque no nos guste, no lo tienen los equipos locales.
Todos esperan con ansias las jugadas de fantasía de Messi, el olfato goleador de Cristiano Ronaldo, la elegancia y cordura de Guardiola, y los gritos y actitudes provocadoras de Mourinho. No obstante, un clásico Barca-Madrid no solo es cuestión de fútbol, también es cuestión de ideales.
Un amigo me decía que él era seguidor de Barca porque nunca le gustaron los equipos de la capital, porque siempre tenían historias de opresión y poder. Y esa es la historia entre estos dos conjuntos, una plagada de muchos acontecimientos extradeportivos.
No es casualidad que el lema del equipo catalán sea “Más que un club”. No. En la época de Franco, la ciudad condal era un símbolo de la resistencia al régimen, y el club de fútbol se convirtió en la principal tribuna para expresar todo lo que en otras circunstancias no se podía hacer.
Hace poco tiempo surgió en España la idea de esclarecer los títulos conquistados por el Madrid en la época del dictador. Según varias investigaciones, los campeonatos del Madrid se consiguieron con amenazas y otras artimañas.
Ese fue otro motivo para comenzar los interminables alegatos entre los seguidores de los equipos, tanto en España como en el resto del mundo.
Ahora los dardos no van contra Franco y las figuras de la época, si no contra Cristiano Ronaldo y Mourinho. “Son unos arrogantes de lo peor”, me dijo un compañero de trabajo. “Hablan porque saben lo que pueden hacer”, señalaba un seguidor del Madrid.
En general, ese es el tinte de las discusiones entre los seguidores de uno y otro equipo. Siempre recordando la historia deportiva-política, las goleadas, las figuras polémicas, las declaraciones de unos y otros, y en especial, las jugadas de fantasía.
Ahora que el partido se jugará en lunes (por la elecciones en Cataluña, situación que otra vez deja en claro la relación entre el fútbol y la política), y por casualidad muchos tienen el día libre, o se reportaron enfermos en sus trabajos, o se desaparecerán un par de horas por la tarde.
Todo es parte de las pasiones desatadas por el balompié, las pasiones vividas por un aficionado que, como dice Saavedra, conoce lo que es el amor (una parte del amor) porque es hincha de un equipo de fútbol.
lunes, 1 de noviembre de 2010
El día después de la derrota
Un partido Águila-Alianza puede brindarle al aficionado dos sentimientos extremos: la felicidad del triunfo o la amarga tristeza de la derrota. Hoy, un día después del clásico, los aficionados aguiluchos naufragamos en el sinsabor del desastre.
Lo tétrico del asunto es que ese 4-0 fue simplemente la materialización de una goleada anunciada, esa dolorosa caída que llegaría tarde o temprano como consecuencia de los problemas internos del Águila. Pero que la derrota la firmara el Alianza, eso fue como ponerle sal a la herida.
Al final de los 90 minutos, los que más sufrieron fueron los aficionados, esos que se desplazaron desde San Miguel y otros lugares del país (como lo dice la barra negro-naranja con orgullo, ellos son los dueños de la mitad más uno de los aficionados al fútbol salvadoreño), los que hicieron fila desde temprano, los que cantaron el “Águila Negra” y tocaron “El carnaval de San Miguel”, los que avivaron al equipo con un sonoro “¡Águila! ¡Águila!”, los que aplaudieron cada regate de Shawn Martin y que terminaron abucheando al equipo por el simple hecho de hacer algo ante la algarabía blanca.
En los sectores teñidos con los colores del Águila, de la ilusión de la revancha por el 0-2 propinado por los albos en San Miguel, se pasó a la decepción total.
La búsqueda de respuestas llevó a algunos a culpar del descalabro a jugadores como el “pato” Barroche y Alfredo Pacheco. Incluso, a raíz de un penalti errado por Pacheco en el segundo tiempo, un señor sentado a mi lado en la tribuna me planteó una teoría sobre el bajo rendimiento del futbolista.
“Como él es ex fasista, por eso no le importa si el Águila gana o pierde. Yo creo que él está aquí como una especie de ‘espía’. Ya va a ver que se regresará al Fas, como Murgas…”, decía con un tono de enfado.
Y con cada gol llegaban más reclamos, más enojo, más decepción, más preguntas. ¿Por qué no jugó Miguel Montes?, ¿Por qué dejaron a Barroche en el terreno hasta el final del partido?, ¿Quién es el culpable de esta goleada?, ¿Podrá clasificarse el Águila a semifinales?, ¿Será que los jugadores quieren ejercer alguna presión con estos resultados?.
Eraldo Correia dice que el marcador refleja la calidad de juego de los aliancistas. Esa es una verdad a medias, porque la otra parte es la de un cuadro con serios problemas internos.
Los cambios constantes del cuerpo técnico, el despido de futbolistas, trabajar siempre bajo advertencias de retención de salarios, entre otros hechos insólitos, están pasando la factura; lo grave es que ya se refleja en la cancha. De lo contrario, ¿por qué nadie quiso tomar el gafete de capitán con la salida de Ramón Sánchez?
Este 4-0 sólo vino a demostrar, una vez más, que el Águila necesita gente que construya un proyecto serio, que camine por la senda de la tan anhelada “continuidad” en el fútbol salvadoreño, con personas conocedoras del fútbol y todo lo que este maravilloso deporte implica.
Lo demás ya lo tiene, títulos, historia, buenos jugadores y una afición que a pesar de navegar por aguas turbulentas demuestra su fidelidad en cada partido.
Lo tétrico del asunto es que ese 4-0 fue simplemente la materialización de una goleada anunciada, esa dolorosa caída que llegaría tarde o temprano como consecuencia de los problemas internos del Águila. Pero que la derrota la firmara el Alianza, eso fue como ponerle sal a la herida.
Al final de los 90 minutos, los que más sufrieron fueron los aficionados, esos que se desplazaron desde San Miguel y otros lugares del país (como lo dice la barra negro-naranja con orgullo, ellos son los dueños de la mitad más uno de los aficionados al fútbol salvadoreño), los que hicieron fila desde temprano, los que cantaron el “Águila Negra” y tocaron “El carnaval de San Miguel”, los que avivaron al equipo con un sonoro “¡Águila! ¡Águila!”, los que aplaudieron cada regate de Shawn Martin y que terminaron abucheando al equipo por el simple hecho de hacer algo ante la algarabía blanca.
En los sectores teñidos con los colores del Águila, de la ilusión de la revancha por el 0-2 propinado por los albos en San Miguel, se pasó a la decepción total.
La búsqueda de respuestas llevó a algunos a culpar del descalabro a jugadores como el “pato” Barroche y Alfredo Pacheco. Incluso, a raíz de un penalti errado por Pacheco en el segundo tiempo, un señor sentado a mi lado en la tribuna me planteó una teoría sobre el bajo rendimiento del futbolista.
“Como él es ex fasista, por eso no le importa si el Águila gana o pierde. Yo creo que él está aquí como una especie de ‘espía’. Ya va a ver que se regresará al Fas, como Murgas…”, decía con un tono de enfado.
Y con cada gol llegaban más reclamos, más enojo, más decepción, más preguntas. ¿Por qué no jugó Miguel Montes?, ¿Por qué dejaron a Barroche en el terreno hasta el final del partido?, ¿Quién es el culpable de esta goleada?, ¿Podrá clasificarse el Águila a semifinales?, ¿Será que los jugadores quieren ejercer alguna presión con estos resultados?.
Eraldo Correia dice que el marcador refleja la calidad de juego de los aliancistas. Esa es una verdad a medias, porque la otra parte es la de un cuadro con serios problemas internos.
Los cambios constantes del cuerpo técnico, el despido de futbolistas, trabajar siempre bajo advertencias de retención de salarios, entre otros hechos insólitos, están pasando la factura; lo grave es que ya se refleja en la cancha. De lo contrario, ¿por qué nadie quiso tomar el gafete de capitán con la salida de Ramón Sánchez?
Este 4-0 sólo vino a demostrar, una vez más, que el Águila necesita gente que construya un proyecto serio, que camine por la senda de la tan anhelada “continuidad” en el fútbol salvadoreño, con personas conocedoras del fútbol y todo lo que este maravilloso deporte implica.
Lo demás ya lo tiene, títulos, historia, buenos jugadores y una afición que a pesar de navegar por aguas turbulentas demuestra su fidelidad en cada partido.
viernes, 29 de octubre de 2010
Los olvidados
Dicen los neurólogos y otros expertos en la materia que bastan dos horas para comenzar a olvidar lo aprendido, situación que da origen a la famosa “curva del olvido”.
En El Salvador parece que somos especialistas en transitar por esa curva, o quizá la realidad es que ya nos instalamos en ella. El último ejemplo claro de este fenómeno lo puso la selección de fútbol de amputados.
Es triste que para asistir al mundial de su especialidad celebrado en Argentina y clausurado este día, el equipo y cuerpo técnico haya tenido que hacer malabares para completar el dinero de los boletos.
A su doble esfuerzo desplegado en los terrenos de juego todavía deben añadirle los innumerables problemas extradeportivos.
Y tras comenzar sus andares por tierras sudamericanas, a nadie pareció importarle cuál era su desempeño. Su participación apenas valió para un recuadro en las páginas deportivas, esas plagadas de fútbol internacional o escándalos de la Liga Mayor.
La selecta, esa a la que muchos califican de inspiradora, la del reflejo de las segundas oportunidades en el fútbol y en la vida, pareció no existir para esta sociedad.
Al final de su travesía logró un noveno lugar, un puesto valioso tras casi dos décadas de no participar en torneos de gran escala.
A lo mejor todos esos años de ausencia hacen ver lejanos aquellos tres campeonatos del mundo conquistados de forma consecutiva (1987, 1988, 1989), y los dos subcampeonatos (1990 y 1991). A otros quizá la tan famosa “curva del olvido” se los arrebató de golpe de su memoria.
Lo cierto es que no hay excusas para abandonar a estos atletas que luchan todos los días por demostrarse a sí mismos que ninguna discapacidad puede limitarle sus sueños.
Y si su esfuerzo no logra sensibilizarnos un poco, quizá sea una señal de que nos estamos moviendo al nivel más profundo de la “curva del olvido”.
En El Salvador parece que somos especialistas en transitar por esa curva, o quizá la realidad es que ya nos instalamos en ella. El último ejemplo claro de este fenómeno lo puso la selección de fútbol de amputados.
Es triste que para asistir al mundial de su especialidad celebrado en Argentina y clausurado este día, el equipo y cuerpo técnico haya tenido que hacer malabares para completar el dinero de los boletos.
A su doble esfuerzo desplegado en los terrenos de juego todavía deben añadirle los innumerables problemas extradeportivos.
Y tras comenzar sus andares por tierras sudamericanas, a nadie pareció importarle cuál era su desempeño. Su participación apenas valió para un recuadro en las páginas deportivas, esas plagadas de fútbol internacional o escándalos de la Liga Mayor.
La selecta, esa a la que muchos califican de inspiradora, la del reflejo de las segundas oportunidades en el fútbol y en la vida, pareció no existir para esta sociedad.
Al final de su travesía logró un noveno lugar, un puesto valioso tras casi dos décadas de no participar en torneos de gran escala.
A lo mejor todos esos años de ausencia hacen ver lejanos aquellos tres campeonatos del mundo conquistados de forma consecutiva (1987, 1988, 1989), y los dos subcampeonatos (1990 y 1991). A otros quizá la tan famosa “curva del olvido” se los arrebató de golpe de su memoria.
Lo cierto es que no hay excusas para abandonar a estos atletas que luchan todos los días por demostrarse a sí mismos que ninguna discapacidad puede limitarle sus sueños.
Y si su esfuerzo no logra sensibilizarnos un poco, quizá sea una señal de que nos estamos moviendo al nivel más profundo de la “curva del olvido”.
viernes, 15 de octubre de 2010
Historias de fútbol
Hace unos días descubrí que la tragedia amorosa entre Romeo y Julieta inspiró una ecuación matemática que más tarde se utilizaría para explicar, en parte, cómo determinadas situaciones acercan a la gente aunque vivan a miles de kilómetros de distancia.
Hoy no descubrí ninguna teoría matemática inspirada en las relaciones amorosas, pero sí confirmé dos cosas: que la gente está ávida de contar historias y que muchas de ellas tienen que ver con el fútbol.
Era muy temprano en la mañana y viaja en un bus pensando en cómo resolver unos inconvenientes de último momento relacionados con el cierre de una revista. No escuchaba la música estridente, ni las conversaciones de la gente, ni el ruido de los carros al circular. Nada. Mi mente divagaba en otro mundo.
De forma repentina, un hombre que estaba sentado a mi lado me empezó a decir que a él le gustaba mucho el fútbol. Lo primero que pensé al salir del trance en el que me encontraba fue: “Hoy no, por favor. Quiero pensar en cómo resolver todos los líos que tengo”.
Pero al hombre poco le importó mi gesto de indiferencia y continúo su historia. Luego pensé: “¿Será que reflejo que me gusta el fútbol?”.
Como no podía hacer nada para que parara de hablar, me dediqué a escucharlo. En cuestión de 20 minutos me narró cómo había ingresado al fútbol aficionado, cómo cobraba los tiros libres y los penaltis, cómo gracias al fútbol conoció a quien más tarde sería su esposa y cómo el fútbol se había convertido en un estilo de vida.
Incluso me dijo que en una ocasión, después de un partido, una muchacha muy bonita le pidió su camiseta. El siguiente fin de semana la mucha regresó a la cancha y se la devolvió, no porque hubiera perdido el interés, si no con el ofrecimiento de lavársela todas las semanas.
Así, si buscarlo, se convirtió en una especie de héroe. Ahora dice que se dedica al “papi fútbol”, porque a su edad es lo único que se puede hacer. Eso sí, me recalcó, en sus años mozos todo lo apodaban “El matador”, por su olfato goleador.
Cuando se bajó del bus, me quedé pensando en la necesidad que tiene la gente de ser escuchada, de sentir que su historia de vida es importante y que a veces estamos tan metidos en nuestros rollos que no vemos a quien está al lado.
A este hombre el fútbol le dio el pase a su gloria personal y lo hizo sentirse importante. Esas son las bondades del fútbol, a cualquier escala.
Hoy no descubrí ninguna teoría matemática inspirada en las relaciones amorosas, pero sí confirmé dos cosas: que la gente está ávida de contar historias y que muchas de ellas tienen que ver con el fútbol.
Era muy temprano en la mañana y viaja en un bus pensando en cómo resolver unos inconvenientes de último momento relacionados con el cierre de una revista. No escuchaba la música estridente, ni las conversaciones de la gente, ni el ruido de los carros al circular. Nada. Mi mente divagaba en otro mundo.
De forma repentina, un hombre que estaba sentado a mi lado me empezó a decir que a él le gustaba mucho el fútbol. Lo primero que pensé al salir del trance en el que me encontraba fue: “Hoy no, por favor. Quiero pensar en cómo resolver todos los líos que tengo”.
Pero al hombre poco le importó mi gesto de indiferencia y continúo su historia. Luego pensé: “¿Será que reflejo que me gusta el fútbol?”.
Como no podía hacer nada para que parara de hablar, me dediqué a escucharlo. En cuestión de 20 minutos me narró cómo había ingresado al fútbol aficionado, cómo cobraba los tiros libres y los penaltis, cómo gracias al fútbol conoció a quien más tarde sería su esposa y cómo el fútbol se había convertido en un estilo de vida.
Incluso me dijo que en una ocasión, después de un partido, una muchacha muy bonita le pidió su camiseta. El siguiente fin de semana la mucha regresó a la cancha y se la devolvió, no porque hubiera perdido el interés, si no con el ofrecimiento de lavársela todas las semanas.
Así, si buscarlo, se convirtió en una especie de héroe. Ahora dice que se dedica al “papi fútbol”, porque a su edad es lo único que se puede hacer. Eso sí, me recalcó, en sus años mozos todo lo apodaban “El matador”, por su olfato goleador.
Cuando se bajó del bus, me quedé pensando en la necesidad que tiene la gente de ser escuchada, de sentir que su historia de vida es importante y que a veces estamos tan metidos en nuestros rollos que no vemos a quien está al lado.
A este hombre el fútbol le dio el pase a su gloria personal y lo hizo sentirse importante. Esas son las bondades del fútbol, a cualquier escala.
jueves, 14 de octubre de 2010
El partido más duro
“Fue el partido más largo y más duro”, dijo Franklin Lobos tras ser rescatado de la mina San José, en Chile. Lobos, un ex futbolista profesional, fue el minero 27 en salir a la superficie luego de permanecer 70 días a 700 metros de profundidad.
A sus 58 años, Franklin se encargaba de transportar a sus compañeros hasta el fondo del yacimiento. Tenía cinco años de trabajar allí, y otros tantos de hacer todo tipo de labores tras retirarse del fútbol profesional.
Aunque se pasó gran parte de su carrera en segunda división, coincidió en los terrenos de juego con Iván Zamorano y fue seleccionado nacional en la década del 80. Lobos ayudó a la “Roja” a clasificarse a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 y también disputó una Copa Libertadores.
Pero todos estos logros deportivos no le aseguraron su futuro ni el de su familia, teniendo que abrirse puertas en otras áreas. Lo triste es que su historia podría ser con facilidad la historia de muchos futbolistas salvadoreños.
¿Qué le espera a un futbolista profesional tras su retiro? O mejor dicho ¿Cuáles son las condiciones en las que desarrollan su profesión?
Que las canchas estén en malas condiciones y que se tripliquen los riesgos de lesiones es lo mínimo, aunque no debería ser así. Pero comparado con situaciones como la falta de seguro social, seguro médico y la impuntualidad en los pagos, el estado del terreno sale sobrando.
La tragedia de Nelson Rivera dejó en evidencia, una vez más, la necesidad de que los futbolistas gocen de prestaciones médicas.
Rivera recibió atención médica en un hospital del Seguro Social gracias a la extensión de beneficios por un convenio entre el ISSS y el INDES, no porque estuviera asegurado.
¿En qué plano queda la familia cuando un futbolista muere? ¿y qué pasa en caso de una lesión que les imposibilite jugar de por vida? ¿qué les espera tras el retiro?
De todos es conocido que una vez se traspasa la barrera de los 30 años, la carrera del futbolista va en picada. Y no es cuestión de pérdida de cualidades técnicas y tácticas, se trata de la tendencia de los equipos de alimentar sus plantillas con gente joven.
Algunos piensan en convertirse en entrenadores, y lo hacen. Otro gran porcentaje termina ocupado en actividades que tienen poca relación con la profesión que tanto aman.
A los futbolistas salvadoreños no les queda más que aprovechar esos años de éxito y comenzar a pensar desde entonces alternativas para su futuro laboral. Sin prestaciones de ningún tipo, a los futbolistas salvadoreños también les toca jugar su partido más duro jornada tras jornada.
A sus 58 años, Franklin se encargaba de transportar a sus compañeros hasta el fondo del yacimiento. Tenía cinco años de trabajar allí, y otros tantos de hacer todo tipo de labores tras retirarse del fútbol profesional.
Aunque se pasó gran parte de su carrera en segunda división, coincidió en los terrenos de juego con Iván Zamorano y fue seleccionado nacional en la década del 80. Lobos ayudó a la “Roja” a clasificarse a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 y también disputó una Copa Libertadores.
Pero todos estos logros deportivos no le aseguraron su futuro ni el de su familia, teniendo que abrirse puertas en otras áreas. Lo triste es que su historia podría ser con facilidad la historia de muchos futbolistas salvadoreños.
¿Qué le espera a un futbolista profesional tras su retiro? O mejor dicho ¿Cuáles son las condiciones en las que desarrollan su profesión?
Que las canchas estén en malas condiciones y que se tripliquen los riesgos de lesiones es lo mínimo, aunque no debería ser así. Pero comparado con situaciones como la falta de seguro social, seguro médico y la impuntualidad en los pagos, el estado del terreno sale sobrando.
La tragedia de Nelson Rivera dejó en evidencia, una vez más, la necesidad de que los futbolistas gocen de prestaciones médicas.
Rivera recibió atención médica en un hospital del Seguro Social gracias a la extensión de beneficios por un convenio entre el ISSS y el INDES, no porque estuviera asegurado.
¿En qué plano queda la familia cuando un futbolista muere? ¿y qué pasa en caso de una lesión que les imposibilite jugar de por vida? ¿qué les espera tras el retiro?
De todos es conocido que una vez se traspasa la barrera de los 30 años, la carrera del futbolista va en picada. Y no es cuestión de pérdida de cualidades técnicas y tácticas, se trata de la tendencia de los equipos de alimentar sus plantillas con gente joven.
Algunos piensan en convertirse en entrenadores, y lo hacen. Otro gran porcentaje termina ocupado en actividades que tienen poca relación con la profesión que tanto aman.
A los futbolistas salvadoreños no les queda más que aprovechar esos años de éxito y comenzar a pensar desde entonces alternativas para su futuro laboral. Sin prestaciones de ningún tipo, a los futbolistas salvadoreños también les toca jugar su partido más duro jornada tras jornada.
martes, 5 de octubre de 2010
Tristeza
Qué triste que todos los días algún salvadoreño tenga que despertarse y experimentar el vacío dejado por un ser querido.
Qué triste ver un horizonte gris, saber que a quien amas se convierte en una cifra más, que ya no habrán más sueños, ilusiones y esperanzas.
Qué triste e injustas parecen las cosas cuando se le arrebata la vida a un joven de 19 años de edad.
Y lo más triste de todo es no vislumbrar la forma de detener tanta violencia que carcome día a día a la sociedad salvadoreña.
Descansa en paz Nelson Rivera.
martes, 28 de septiembre de 2010
El gol más hermoso del mundo
De aquella participación en el mundial de España 82 han salido más historias que las escritas por García Márquez y Neruda juntos. Que si fue el mayor ridículo en la historia de los mundiales, que al menos somos dueños de un récord (el del equipo más goleado en una copa del mundo por el 10-1 contra Hungría), que el "Mágico" hizo maravillas en la cancha y que eso le valió el pase al Cádiz de España, que nunca hubo un portero tan malo como Guevara Mora, que el “Pelé” Zapata se convirtió en el héroe de una generación por su gol (único de El Salvador en una copa del mundo), que si desterraban al resto de seleccionados por su "mala" actuación, que al menos Maradona se tragó sus palabras y no nos marcó más de 10 goles él solo (como había declarado a la prensa internacional en la previa del partido entre El Salvador y Argentina), que Hungría nos metió 10 goles porque los salvadoreños se mostraron valientes y atacaron durante los 90 minutos del juego, que el balón era sintético y los salvadoreños estaban acostumbrados a pegarle a la pelota de cuero, que jugaron con camisas blancas (el uniforme suplente) en lugar de la elástica azul, que aunque quisieron intercambiar las camisas con los jugadores del equipo contrario no podían porque solo tenían una, que el arquero de Bulgaria le regaló los guantes a Mora después del encuentro entre ambas selecciones porque era un arquero brillante (y aquí, a su regreso, lo atacaron más de una vez por “dejarse” anotar los 10 goles contra Hungría), que si los seleccionados salvadoreños “atacaron” al árbitro en el partido contra Argentina y hasta le propinaron una patada (aunque no es justificable, en esa época los réferis ya se hacían los del “ojo pacho” porque le regalaron un penalti a los argentinos y no pitaron una falta mucho más clara en el área salvadoreña, jugada que habría significado el 1-1 final. Con ese resultado los sudamericanos, campeones del mundo y con Maradona en sus filas, habrían quedado eliminados en la primera ronda, a manos de los “pobres” centroamericanos), que si el partido contra Hungría no hubiera sido el primero quizá la historia sería diferente, y un largo etcétera.
Pero sin duda alguna, la historia más hermosa de todas es la del gol del “Pelé” Zapata. En ese instante no importaba el marcador, solo el placer de celebrar el primer gol de El Salvador en un mundial (y el único hasta el momento).
Para los salvadoreños amantes del fútbol, ni las fintas de Maradona en aquel gol de ensueño frente a los ingleses en México 86, ni los regates de Ronaldinho en Corea-Japón 2002, ni los 13 goles de Just Fontaine marcados en el mundial de Suecia 58, ni los 15 goles de Ronaldo logrados en tres mundiales (Francia 98, Corea-Japón 2002, y Alemania 2006) que lo ubican en la cima de los máximos artilleros en la justa mundial, ni ningún otro tanto de cualquier futbolista famoso mueve las fibras más sensibles como lo hace el gol de Zapata.
Quizá no sea el gol más importante, ni el más espectacular, pero sí es el más emotivo. Para los salvadoreños, ese gol es el más hermoso de todos los goles en la historia de los mundiales.
Un documental para reflexionar
Cuando El Salvador participó por segunda vez en un mundial, yo apenas tenía un año de edad. A pesar de no tener conciencia de la gesta, crecí escuchando la historia una y otra vez que ahora es como si la hubiera presenciado en primera fila.
Por esa razón, al ver el documental Uno: la historia de un gol, reviví esos eventos que construí en mi mente a través de los relatos populares.
Allí estaba la misma emoción al recordar un triunfo sobre los mexicanos en la eliminatoria, en especial cuando Hugo Sánchez, su máxima figura, había dicho un par de días antes que en El Salvador se jugaba con pelota cuadrada; un sabor mucho más dulce por dejarlos fuera del mundial.
Ese 1-0 que significó medio boleto para España 82 fue a base de juego, garra y orgullo, ese que sale a flote cuando le dicen a un salvadoreño que es un guerrillero, un pobre muerto de hambre, un don nadie en el mundo.
Esa entrega y coraje solo las poseen aquellos que pasan por toda clase de adversidades para alcanzar sus sueños. Sí, porque ni México que era la potencia de la Concacaf, que había organizado el mundial del 70, que contaba en sus filas con jugadores experimentados en Europa y con todos los recursos disponibles, pudo asistir al mundial. El Salvador lo hizo, en medio de la guerra, en medio del caos.
Veía las imágenes de ese triunfo histórico en Honduras y me imaginaba lo que sentían los salvadoreños. Sólo el fútbol, sólo la selección podía dar una alegría capaz de opacar por unos instantes el caos político, social y económico de esa década.
Después de eso se vino la tragedia, no por el histórico 10-1 sino por la desfachatez de los dirigentes de la federación de fútbol que sacaron el mayor provecho personal de la situación.
Reducir los presupuestos de viáticos, dejar casi sin implementos deportivos a los jugadores y prácticamente darles la espalda durante la justa fue algo digno de hampones. Lo triste es que poco han cambiado las cosas en la actualidad.
Lo que sí ha cambiado es la actitud de los jugadores. Antes era garra, entrega total; ahora importa más cuánto ganarán en concepto de patrocinios, en intentar imitar a las verdaderas estrellas del fútbol, en estar a la moda.
Así las cosas sólo me pregunto ¿podré ver algún día a El Salvador clasificarse a un mundial? Desde el fondo de mi corazón espero que sí, porque hay talentos escondidos y el deseo de muchos niños y jóvenes que esperan una oportunidad para brillar.
domingo, 12 de septiembre de 2010
Goles, alegrías y sufrimientos
Suerte que la Liga Mayor de Fútbol se juega cada fin de semana -con algunas excepciones-, y así los seguidores del Águila tengamos tiempo para reponernos al aluvión de sentimientos que nos hacen padecer partido tras partido.
Al inicio de la temporada fueron etiquetados de "galácticos" debido a sus contrataciones. No es para menos, en el Águila juega media selección nacional y un par de los internacionales más rentables.
A pesar de todo, el equipo emplumado ha navegado por aguas turbias en las pocas semanas de iniciado el torneo. En cinco fechas ya hubo sublevación de los jugadores, el despido de un técnico y dimes y diretes de dirigentes, jugadores y aficionados.
Este fin de semana, después del escándalo, el Águila resurgió como el ave fénix. Tras la derrota ante el Fas (la única del equipo santaneco en el Apertura), los migueleños se impusieron 4-1 al actual campeón, el Metapán.
Aunque el marcador es abultado, también es engañoso. Con una ventaja de 2-0 y con un hombre de más en el terreno de juego, el Metapán sacó su casta de campeón y acorraló durante todo el segundo tiempo a los dirigidos por Eraldo Correia.
Allí fue cuando se empezó a repetir la misma historia, la de sufrir hasta el último minuto. Así, tras los goles y la alegría, llegaba el más cruel de los sufrimientos. ¿Será que nunca veremos jugar al Águila sin tanta angustia? Ojalá que sí, por el bien del equipo y los aficionados.
Al inicio de la temporada fueron etiquetados de "galácticos" debido a sus contrataciones. No es para menos, en el Águila juega media selección nacional y un par de los internacionales más rentables.
A pesar de todo, el equipo emplumado ha navegado por aguas turbias en las pocas semanas de iniciado el torneo. En cinco fechas ya hubo sublevación de los jugadores, el despido de un técnico y dimes y diretes de dirigentes, jugadores y aficionados.
Este fin de semana, después del escándalo, el Águila resurgió como el ave fénix. Tras la derrota ante el Fas (la única del equipo santaneco en el Apertura), los migueleños se impusieron 4-1 al actual campeón, el Metapán.
Aunque el marcador es abultado, también es engañoso. Con una ventaja de 2-0 y con un hombre de más en el terreno de juego, el Metapán sacó su casta de campeón y acorraló durante todo el segundo tiempo a los dirigidos por Eraldo Correia.
Allí fue cuando se empezó a repetir la misma historia, la de sufrir hasta el último minuto. Así, tras los goles y la alegría, llegaba el más cruel de los sufrimientos. ¿Será que nunca veremos jugar al Águila sin tanta angustia? Ojalá que sí, por el bien del equipo y los aficionados.
jueves, 2 de septiembre de 2010
El adiós de Mijangos
La salida de Carlos Mijangos del Club Deportivo Águila solo refleja una situación: el retroceso futbolístico de una institución histórica del balompié nacional.
Tener cinco técnicos en una temporada y media no es normal, que regrese un entrenador que fue despedido hace unos meses no es usual, que los jugadores salgan a jugar con la intención de perder es de mediocres, y que encima el presidente les pregunte a los jugadores a quién quieren como entrenador pasa al terreno del absurdo.
Se supone que en todo club serio, esa es una función asumida por el secretario técnico o director deportivo. Sin embargo, en El Salvador eso parece una utopía.
Una utopía es también que los dirigentes sean gente preparada en el plano deportivo, que al menos conozca del tema o tan siquiera sienta un poco de amor por los colores del equipo que representa.
Esa ha sido la historia de muchos equipos, clubes que fueron simples aves de paso en la Primera División. Pero en los últimos tiempos esos males se han trasladado a los grandes equipos del circuito nacional.
Lástima enorme, porque con estas acciones es imposible el crecimiento del fútbol salvadoreño.
Tener cinco técnicos en una temporada y media no es normal, que regrese un entrenador que fue despedido hace unos meses no es usual, que los jugadores salgan a jugar con la intención de perder es de mediocres, y que encima el presidente les pregunte a los jugadores a quién quieren como entrenador pasa al terreno del absurdo.
Se supone que en todo club serio, esa es una función asumida por el secretario técnico o director deportivo. Sin embargo, en El Salvador eso parece una utopía.
Una utopía es también que los dirigentes sean gente preparada en el plano deportivo, que al menos conozca del tema o tan siquiera sienta un poco de amor por los colores del equipo que representa.
Esa ha sido la historia de muchos equipos, clubes que fueron simples aves de paso en la Primera División. Pero en los últimos tiempos esos males se han trasladado a los grandes equipos del circuito nacional.
Lástima enorme, porque con estas acciones es imposible el crecimiento del fútbol salvadoreño.
martes, 24 de agosto de 2010
En lo que termina un “¿Qué tal?”. “Bien, gracias. Viendo un partido de fútbol”
Hace unos días, con el apogeo del mundial de fútbol, llegó el cierre de una revista de variedades en la que tenía más de un tema pendiente.
En esas fechas mi agenda estaba gobernada por los horarios de los partidos. Por la mañana todo era fútbol, al mediodía seguían las emociones deportivas. Así, el día comenzaba a eso de las tres de la tarde.
Pero como siempre hay una excepción a las reglas que nos inventamos, la excepción llegó un buen día a media mañana.
Ese famoso cierre se había convertido en una especie de eco que se repetía de forma incesante en mi cabeza. Debía contactar al representante de un artista nacional radicado en los Estados Unidos. Su número telefónico me llegó en el preciso instante en que veía un partido de la fase de grupos.
Sin perder tiempo lo marqué. “Esto me tomará un par de minutos nada más”, pensé.
—Buenos días —dijo una voz ronca y un tanto desconfiada al otro lado de la línea.
—Buenos días —repliqué—. Me puede comunicar con el señor V.B.
—Él habla. ¿En qué le puedo servir?
—¡Hola, don V.B.! ¡Mucho gusto! —dije-. Le llamo del periódico X porque quiero hacerle una entrevista a T.A.
—¡Hola! —dijo ya con un tono más desenfadado-. ¿Qué tal? —agregó.
—Bien, gracias. Viendo un partido de fútbol —dije, con la mayor sinceridad y quizá demasiada emoción en la última frase.
—¿Los del mundial? —preguntó con mayor interés-. ¿Le gusta el fútbol?
—Sí, bastante. Hasta el momento no me he perdido ningún partido del mundial —respondí, con mayor interés en ahondar en el tema futbolístico que en concertar la cita que originó la llamada.
—Yo tampoco me he perdido ninguno —confesó, sin esconder la emoción que le producía hablar sobre fútbol.
—Y ¿Cuál es su equipo favorito? —quise saber.
—Brasil —dijo, sin durarlo un segundo.
—¡El mío también! —exclamé. A esa altura ya no prestaba atención al partido que tan solo unos minutos antes robaba toda mi atención.
—Soy fan se Brasil desde que ganó el primer campeonato en 1958 —me explicó, como para dejar claro que su favoritismo por la “canarinha” se remontaba a su época de gloria y no solo a los titulares generados en la prensa mundial por sus figuras más recientes: Romario, Ronaldo o Ronaldinho.
Y por si todavía tenía alguna duda, don V.B. comenzó a contarme las hazañas de Pelé, Garrinca, el “lobo” Zagallo, Rivelino, Tostao y todos aquellos que gracias a sus regates, férrea defensa y goles mágicos conquistaron la Jules Rimet.
A esa altura ya ni siquiera oía la narración del juego transmitido en la televisión (aunque no me perdía de nada trascendental). Y así, como el río que fluye en su cause, la conversación pasó de las hazañas del Brasil pentacampeón del mundo a las hazañas del Alianza, el Fas y el Águila.
—A todo esto, ¿cuál es su equipo nacional favorito? —me preguntó.
—El Águila —respondí, con el orgullo que solo un verdadero hincha puede expresar.
—¡Yo también! —me dijo, con ese orgullo que solo un verdadero hincha puede expresar y que solo un verdadero hincho sabe reconocer.
Y de Pelé y compañía, pasamos a hablar de “Cariota” Barraza, el “Pelé” Zapata, los técnicos Conrado Miranda y Hernán Carrasco Vivanco, y todas esas figuras legendarias del cuadro emplumado.
Cuando por fin colgué, el partido que no quería perderme bajo ninguna circunstancia se había terminado hacía mucho tiempo. Al final no me tardé más de unos minutos para concertar la entrevista, porque el resto de la conversación fue para las mil y una historias sobre el fútbol.
Hace un par de días me encontré con don V.B. De la publicación de la entrevista hablamos poco, el resto fueron horas y horas de historias sobre el fútbol. Ahora, la promesa es reunirnos de nuevo para hablar sobre la evolución de los sistemas de juego.
Todo eso como resultado de aquel famoso “¿Qué tal?”. “Bien, gracias. Viendo un partido de fútbol”.
domingo, 22 de agosto de 2010
Las historias paralelas del fútbol
Hace más de un mes que terminó el mundial de fútbol de Sudáfrica 2010, pero el mes que duró el evento -al menos para quienes amamos el fútbol- nos parecieron días de júbilo.
Ese sentimiento de placer tenía muchas causas: por primera vez una nación africana organizaba la Copa del Mundo, la mítica figura de Nelson Mandela era el centro de atención de millones de personas a lo largo y ancho del planeta, algunas de las mejores figuras del balompié se congregaron en Sudáfrica, los equipos de América hicieron un gran torneo y, además, la justa acabó con una campeona inédita, España.
Y ¿qué quedó de toda esa algarabía? Los sentimientos, y eso no se logra con ninguna inversión monetaria.
En los sudafricanos quedó la sensación de que sí pudieron organizar el evento, en especial cuando varios años antes les negaron la oportunidad de la forma más injusta.
Los sudafricanos revivieron el espíritu de unidad que experimentaron en 1995, cuando organizaron y se coronaron campeones de la Copa del Mundo de Rugby. Ellos mostraron al mundo su cultura, la calidez de su gente y sus bellezas naturales.
Y nosotros, ¿con qué nos quedamos? Con los sentimientos, los momentos compartidos, las experiencias y hasta nuevos amigos.
Sin embargo, todo esto comenzó desde la etapa eliminatoria, cuando El Salvador clasificó a la hexagonal final después de 12 años de ausencia.
En esa fase hubo un momento memorable: el triunfo ante México en el Estadio Cuscatlán. Esa victoria 2 a 1 es única, significativa, la clase de historia para contar a los hijos y nietos, el tipo de relato que se puede repetir cientos de veces y siempre produce ese escalofrío en la espina dorsal y ese golpe súbito en el corazón.
Esa es la emoción de fútbol, capaz de hacer que más de 30 mil personas en un estadio se conviertan en una sola, compartan el mismo anhelo y los mismos sentimientos. Eso es lo mejor del fútbol, pero muy pocas veces se ve, se aprovecha y se le da la importancia que merece.
Los primeros en opinar son los "intelectuales", quienes consideran el "espectáculo de masas" uno de los mayores distractores de la realidad nacional. Y tonto sería decir que no lo es, y peor aún decir que la gente no lo necesita; pero el error más grave es ignorar los elementos históricos, sociológicos, antropológicos y culturales que arrastra el fútbol en cualquier rincón del mundo.
Aquí hubo una guerra contra Honduras en 1969 y, entre sus muchas causas, el fútbol estuvo presente. Y qué decir de la rivaldiad entre México y El Salvador. Entre las muchas causas, allí también está el fútbol. Y si Hugo Sánchez dijo que en Centroamérica se jugaba con pelota cuadrada, allí estaban once jugadores dispuestos a demostrarle que con el orgullo patrio no se juega. Y que si el Alianza y el Águila son una especie de patrimonio nacional es porque han ganado campeonatos internacionales y llevado el nombre de El Salvador más allá de las fronteras.
Eso es el fútbol, un juego de once contra once capaz de construir historias paralelas al ritmo de los pases y los goles en el terreno de juego.
Por eso nos atrapa, por eso nos gusta, por eso lo disfrutamos. Y quien no ve más allá de los 22 hombres en pantalones cortos corriendo de un lado a otro, ese sí está alejado de la realidad nacional.
viernes, 9 de julio de 2010
Por la mejor marca en 40 años
De alcanzar el tercer lugar, Uruguay lograría su mejor participación en una Copa del Mundo desde Brasil 1950, cuando se coronó campeón con el famoso "maracanazo".
Y no hay duda que la garra charrúa estará presente de principio a fin en el juego contra los alemanes, todo por dejar una huella profunda en la historia de los mundiales.
Pero esa historia la han escrito desde el primer momento. Uruguay salió primera de uno de los grupos más complicados, compuesto por el anfitrión Sudáfrica, los subcampeones del mundial de Alemania 2006 Francia y el siempre complicado equipo de México.
Luego, en la fase de octavos de final, dejaron en el camino a la selección de Corea del Sur con un marcador de dos goles por uno.
en cuartos de final protagonizaron el partido más emocionante del toreno, con la ya famosa "mano de Dios y de la Virgen" de Luis Suárez y la definición desde el manchón de penalti. Uruguay en semifinales por primera vez en 40 años.
Pero Holanda frenó la ilusión del único equipo sudamericano en competencia, al derrotarlo tres goles a dos. A pesar del marcador adverso, la celeste demostró un gran nivel, por momentos asfixió la salida de su rival y en los últimos minutos del partido acorraló a la naranja mecánica en su mitad de terreno defendido y la hizo pedir la hora al réferi.
Ahora Uruguay tiene una nueva cita con la historia, un compromiso en el estadio de Puerto Elizabeth que puede ubicarla como el tercer mejor equipo del Mundial de Sudáfrica. Un logro que serái como un triunfo, en especial después de ser la última selección en clasificarse para la copa.
Y no hay duda que la garra charrúa estará presente de principio a fin en el juego contra los alemanes, todo por dejar una huella profunda en la historia de los mundiales.
Pero esa historia la han escrito desde el primer momento. Uruguay salió primera de uno de los grupos más complicados, compuesto por el anfitrión Sudáfrica, los subcampeones del mundial de Alemania 2006 Francia y el siempre complicado equipo de México.
Luego, en la fase de octavos de final, dejaron en el camino a la selección de Corea del Sur con un marcador de dos goles por uno.
en cuartos de final protagonizaron el partido más emocionante del toreno, con la ya famosa "mano de Dios y de la Virgen" de Luis Suárez y la definición desde el manchón de penalti. Uruguay en semifinales por primera vez en 40 años.
Pero Holanda frenó la ilusión del único equipo sudamericano en competencia, al derrotarlo tres goles a dos. A pesar del marcador adverso, la celeste demostró un gran nivel, por momentos asfixió la salida de su rival y en los últimos minutos del partido acorraló a la naranja mecánica en su mitad de terreno defendido y la hizo pedir la hora al réferi.
Ahora Uruguay tiene una nueva cita con la historia, un compromiso en el estadio de Puerto Elizabeth que puede ubicarla como el tercer mejor equipo del Mundial de Sudáfrica. Un logro que serái como un triunfo, en especial después de ser la última selección en clasificarse para la copa.
Holanda, la tercera es la vencida
Uruguay no pudo frente a Holanda, que sin mostrar un fútbol arrollador terminó venciéndolo 3 goles a 2 en semifinales. A Holanda tan sólo le bastó un par de chispazos de sus estrellas Robben y Sneijder para colocarse en la final del 11 de julio.
Bien por Holanda, que lleva una racha de 25 partidos sin conocer la derrota y de alcanzar el título igualaría a la selección de Brasil que salió campeona en el mundial de México 70. La canarinha de Pelé, uno de los equipos más célebres de los mundiales, se coronó campeón tras clasificarse invicta y ganar todos los partidos del torneo.
A pesar de este logro, Holanda no se ha visto bien en el terreno de juego. Le falta contundencia en todas sus líneas, mayor creación en el medio campo y juego en conjunto. en definitiva, a esta Holanda le falta un poco de magia.
Sin embargo, en las últimas Copas del Mundo ha quedado demostrado que lo importante es ganar, y que el cómo sale sobrando.
Holanda está en su tercera final, con la esperanza de conquistar el título por primera vez en su historia.
Ya el legendario equipo comandado por Johan Cruff lo intentó en Alemania 1974 y Argentina 1978, sin éxito alguno. Y es que el conjunto que impuso un nuevo estilo de juego -el fútbol total- tuvo la mala fortuna de enfrentarse a los equipos locales.
Esa generación de futbolistas holandeses son recordados como los creyes sin corona, como el mejor subcampeón de todos los tiempos. Quizá ahora sea el momento de Holanda y de entrar al reducido círculo de los campeones del mundo.
Bien por Holanda, que lleva una racha de 25 partidos sin conocer la derrota y de alcanzar el título igualaría a la selección de Brasil que salió campeona en el mundial de México 70. La canarinha de Pelé, uno de los equipos más célebres de los mundiales, se coronó campeón tras clasificarse invicta y ganar todos los partidos del torneo.
A pesar de este logro, Holanda no se ha visto bien en el terreno de juego. Le falta contundencia en todas sus líneas, mayor creación en el medio campo y juego en conjunto. en definitiva, a esta Holanda le falta un poco de magia.
Sin embargo, en las últimas Copas del Mundo ha quedado demostrado que lo importante es ganar, y que el cómo sale sobrando.
Holanda está en su tercera final, con la esperanza de conquistar el título por primera vez en su historia.
Ya el legendario equipo comandado por Johan Cruff lo intentó en Alemania 1974 y Argentina 1978, sin éxito alguno. Y es que el conjunto que impuso un nuevo estilo de juego -el fútbol total- tuvo la mala fortuna de enfrentarse a los equipos locales.
Esa generación de futbolistas holandeses son recordados como los creyes sin corona, como el mejor subcampeón de todos los tiempos. Quizá ahora sea el momento de Holanda y de entrar al reducido círculo de los campeones del mundo.
viernes, 2 de julio de 2010
Emoción al máximo
Locura. Así se puede resumir el partido entre Ghana y Uruguay por el pase a semifinales. Un juego de ida y vuelta, de entrega, de lucha y de sentimientos extremos.
Este partido tuvo de todo: goles, tiros a marco, atajadas, expulsiones, penaltis errados y marcados...todos los ingredientes para entrar en la historia y convertirse en uno de los más recordados.
Del buen arranque charrúa se pasó al dominio de Ghana, con jugadas rápidas que terminaron en el gol de los africanos al final del primer tiempo.
Un gol de Forlán al inicio de la segunda mitad fue suficiente para ponerle más emoción al partido.
Pero sin duda lo más frenético ocurrió en los últimos diez minutos del tiempo extra, con el equipo de Ghana volcado en ataque y en mejor condición física que los sudamericanos.
Y qué decir de la mano de Luis Suárez para salvar su portería de un gol seguro. Y qué decir de Gyan, el mejor hombre de Ghana en el torneo, fallando el tiro que pudo haber consagrado a su selección y convertirla en el primer representativo africano en llegar a semifinales en la historia de los mundiales.
Estampas para no olvidar: Gyan falla y Suárez celebra de camino a las duchas. Y luego la ruleta de los penaltis, con la suerte del lado de los uruguayos.
Tristeza inmensa por los africanos, por el fútbol mostrado y por despedirse de su mundial. Pero el fútbol es así. Lo cierto es que no hay que perder de vista a esta selección, porque cuentan con grandes futbolistas muy jóvenes y porque su actuación en este mundial de seguro les dará mayor impulso.
Y qué decir de Uruguay, ya en semifinales y como uno de los mejores cuatro equipos del torneo, gesta que no lograba desde México 1970. Bien por Uruguay y bien por el fútbol del continente americano.
Brasil, otra vez a medio camino
Cuatro años después se repite la misma historia. La selección brasileña se despide del mundial sin pena ni gloria, otra vez en cuartos de final, sólo que ahora a manos de Holanda.
Era sólo cuestión de tiempo la caída de la pentacampeona del mundo, porque su fútbol no convenció nunca. Es cierto que con este estilo de juego ganó la Copa América en el 2007, la Copa Confederaciones en el 2009 y se clasificó primera para el Mundial; sin embargo, esta vez las individualidades de sus estrellas fueron ínfimas y los desaciertos en defensa llegaron en el momento menos indicado.
Kaká llegó apenas recuperado de una lesión que lo mantuvo el final de la temporada alejado de los terrenos de juego y en Sudáfrica no mostró su mejor nivel. Luis Fabiano no terminó de explotar en ataque, la lesión de Elano dejó un hueco en el plantel y lo inimaginable -una mala salida de Julio César y descuidos en la marca- pusieron el punto final a la expedición canarinha.
A lo largo del torneo hizo falta mayor creación -quizá con Ronaldinho la situación hubiera cambiado- e hizo falta efectividad. Robinho ofreció algunas pinceladas de ese juego bonito que caracteriza a Brasil, pero eso no fue suficiente. A lo mejor Pato hubiera escrito una historia diferente en el ataque.
Ahora Dunga dijo adiós en medio de las críticas por sus decisiones técnicas. Ahora Brasil debe nombrar un técnico que le devuelva la identidad y la alegría, y sobre todo, la ilusión.
La próxima cita será en su casa, en Brasil 2014, y allí ya no habrán excusas que valgan, si es que cuentan en un país donde el fútbol es prioridad nacional.
Era sólo cuestión de tiempo la caída de la pentacampeona del mundo, porque su fútbol no convenció nunca. Es cierto que con este estilo de juego ganó la Copa América en el 2007, la Copa Confederaciones en el 2009 y se clasificó primera para el Mundial; sin embargo, esta vez las individualidades de sus estrellas fueron ínfimas y los desaciertos en defensa llegaron en el momento menos indicado.
Kaká llegó apenas recuperado de una lesión que lo mantuvo el final de la temporada alejado de los terrenos de juego y en Sudáfrica no mostró su mejor nivel. Luis Fabiano no terminó de explotar en ataque, la lesión de Elano dejó un hueco en el plantel y lo inimaginable -una mala salida de Julio César y descuidos en la marca- pusieron el punto final a la expedición canarinha.
A lo largo del torneo hizo falta mayor creación -quizá con Ronaldinho la situación hubiera cambiado- e hizo falta efectividad. Robinho ofreció algunas pinceladas de ese juego bonito que caracteriza a Brasil, pero eso no fue suficiente. A lo mejor Pato hubiera escrito una historia diferente en el ataque.
Ahora Dunga dijo adiós en medio de las críticas por sus decisiones técnicas. Ahora Brasil debe nombrar un técnico que le devuelva la identidad y la alegría, y sobre todo, la ilusión.
La próxima cita será en su casa, en Brasil 2014, y allí ya no habrán excusas que valgan, si es que cuentan en un país donde el fútbol es prioridad nacional.
jueves, 1 de julio de 2010
Estrellas apagadas
La recta final del Mundial está a punto de comenzar y los futbolistas llamados a brillar todavía permanecen en las sombras.
Rooney, Cristiano Ronaldo, Ribéry, Di Natale en incluso el chileno "chupete" Suazo abandonaron el torneo muy temprano. Otros como Messi, Kaká y Fernando Torres no terminan de despegar, aunque los dos primeros han aportado mucho más al juego de conjunto.
Sin embargo, a tan sólo ocho juegos para ponerle punto y final a Sudáfrica 2010, ningún futbolista ha eclipsado todavía.
Ahora que las instancias finales están a punto de comenzar, es el momento idóneo para que todos los llamados a ser figura empiecen a despertar.
Rooney, Cristiano Ronaldo, Ribéry, Di Natale en incluso el chileno "chupete" Suazo abandonaron el torneo muy temprano. Otros como Messi, Kaká y Fernando Torres no terminan de despegar, aunque los dos primeros han aportado mucho más al juego de conjunto.
Sin embargo, a tan sólo ocho juegos para ponerle punto y final a Sudáfrica 2010, ningún futbolista ha eclipsado todavía.
Ahora que las instancias finales están a punto de comenzar, es el momento idóneo para que todos los llamados a ser figura empiecen a despertar.
miércoles, 30 de junio de 2010
Una lección de nobleza
Dice un viejo adagio que el deporte es de las pocas actividades donde los hombres revelan su verdadera personalidad. Y es que en la adrenalina del triunfo o el desconsuelo de la derrota es muy fácil hablar o actuar sin control.
Wayne Rooney fue uno de los primeros en experimentarlo en el torneo, tras el empate a cero contra la selección de Argelia (aunque lo de Rooney es más una costumbre que una excepción).
El delantero inglés tuvo que pedir disculpas a los aficionados tras reprocharles ante las cámaras sus constantes abucheos en el segundo juego de la fase preliminar.
Otros se han tomado el terreno de juego para exhibir sus "encantos" personales, para bailar al conseguir un gol, para fundirse en un abrazo con el seleccionador o para hacer muecas y berrinches cuando la jugada no sale como esperaban.
Hay estampas de todo. Pero hay dos que se quedarán en la memoria de los espectadores por largo tiempo: los japoneses arrodillos y abrazados esperando el milagro en la tanda de tiros desde el manchón penal, y la del delantero paraguayo Nelson Valdez animando a un jugador japonés tras la eliminación de los asiáticos.
Esta última acción, sin duda alguna, refleja el espíritu deportivo al máximo. En los 80 años de historia de la Copa del Mundo, Paraguay jamás se había clasificado a cuartos de final y lograr esa hazaña significaba el éxtasis total.
Sin embargo, en medio de los gritos, los abrazos, las lágrimas y las dedicatorias al público; Nelson Valdez se detuvo un instante a consolar a sus compañeros de profesión, a infundirles aliento y quizá desearles éxitos en el futuro.
En la alegría muy pocos piensan en quienes sufren, pero Nelson Valdez es de esos pocos que comprenden que a veces los sueños de unos se construyen sobre las desilusiones de los otros.
Un pequeño gesto que lo ha hecho grande y que además sirve para dejar en evidencia que el fútbol también es un juego de caballeros.
La fiesta del Sur
Que de los ocho equipos que todavía quedan en competencia en el Mundial, cuatro sean de Sudamérica, no es ninguna casualidad. Esta circunstancia sólo refleja el alto nivel competitivo de la Conmebol.
En Alemania 2006, a esta altura de la competencia tan sólo sobrevivían Brasil y Argentina, que más tarde quedarían eliminados a manos de Francia y Alemania. Ahora, a estas dos selecciones se unen Uruguay y Paraguay.
Los uruguayos, con dos mundiales a sus espaldas, han llegado a cuartos tras una espera de 40 años; mientras que los guaraníes están en esta instancia por primera vez en su historia.
Quizá su fútbol no es tan espectacular como el de los argentinos y brasileños, pero es tan efectivo como el del resto de equipos en competencia.
Los más extremistas no se cansan de hacer duras críticas al estilo de juego de Paraguay y su sistema ultradefensivo. Pero hace cuatro años todos terminaron alabando el fútbol ratonero de Italia e incluso Fabio Cannavaro terminó con el FIFA World Player del 2006..
Además, muy a pesar de los espectadores, en la Copa del Mundo no hay tiempo para deleitar al público con jugadas de fantasía. Los entrenadores lo saben y su lema es ganar, el cómo sale sobrando.
En este Mundial el juego de fantasía se quedó en el armario. Brasil ha ofrecido algunos chispazos y Argentina otros tantos, aunque no con rivales que le hayan exigido demasiado.
Otros que llegaron con la bandera del fútbol total se han quedado cortos. España ha manejado el medio campo, pero su poca efectividad la han hecho terminar sufriendo en sus partidos.
Holanda juega bien por momentos, pero gran parte de sus logros depende de qué tan inspirados estén Robben y Sneijder.
Quizá la más completa hasta el momento es Alemania, aunque Inglaterra ya descubrió algunas de sus debilidades. Y qué decir de Ghana, que basa su fútbol en la rapidez.
Así las cosas, nada está seguro en esta ronda de cuartos de final. Así las cosas, no sería ninguna sorpresa que más de un equipo del Sur entre a semifinales. Así las cosas, Sudáfrica está a un paso de convertirse en el mundial de los países latinos.
martes, 29 de junio de 2010
Paraguay histórica
Más de una lágrima recorrió las mejillas de los seguidores del fútbol paraguayo, pero a diferencia de lo ocurrido hace 12 años, cuando los guaraníes quedaron eliminados en octavos a manos de la poderosa Francia de Zidane y compañía, esta vez las lágrimas eran de pura felicidad.
Paraguay está por primera vez en su historia en cuartos de final en una Copa del Mundo, un logro que ni siquiera alcanzó aquella gran generación de futbolistas comandados por el arquero José Luis Chilavert en la década del 90.
El partido contra los japoneses no fue ni de lejos el más vistoso del torneo, más bien pareció un tablero de ajedrez donde cada pieza se movía tras un análisis exhaustivo de los seleccionadores.
Un juego que sirvió para confirmar que la mejor fortaleza de los sudamericanos es la defensa, pero sobre todo su coraje y garra de principio a fin.
No hay duda que Paraguay no hace gala de un fútbol de fantasía, ni tampoco se caracteriza por ir al frente; pero su disciplina y orden táctico pueden llevarlo incluso más lejos de donde está.
El mismo Villa reconoce que "Paraguay es más difícil que Portugal". Y lo es porque no deja espacios atrás, porque van muy bien arriba, en el choque uno contra uno y porque Paulo da Silva está más inspirado que nunca y se ha convertido en una auténtica muralla en el fondo.
Hoy los paraguayos están de fiesta y tienen razones de sobra para estarlo. Los paraguayos y sus seguidores ya se alistan para la cita futbolística más importante de su vida: el partido contra España, donde los guaraníes esperan dar la mayor sorpresa del campeonato...y argumentos no les faltan.
sábado, 12 de junio de 2010
Cuando madrugar es una fiesta
Nunca antes fue tan placentero levantarse a las cinco de la mañana como en estos días de fútbol. En estas circunstancias, la tan odiada alarma del despertador se transforma en una melodía que nos invita a sumergirnos en las emociones del deporte rey...¡incluso en fin de semana!
No es para menos, se trata de un evento esperado por cuatro largos años. Es la posibilidad de ver el fútbol al más alto nivel, de experimentar nuevos sentimientos y de evocar otros que creíamos olvidados.
Mientras jugaba Argentina ahora su primer partido del mundial, recordaba que en la Copa del Mundo de Italia 90 los sudamericanos eran mi equipo favorito. Cuando el árbitro mexicano señaló un tiro desde el manchón de panalti a favor de los alemanes y en contra de la albiceleste en la final, mi mundo se derrumbó. Y eso que apenas tenía nueve años.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, entre otras que Argentina ya no es mi equipo predilecto. El definitivo lo establecí después, cuando me hechizó el "jogo bonito" de Brasil y el juego de piernas del que más tarde se convertiría en el máximo goleador de los mundiales, Ronaldo.
En el mundial de Estados Unidos 94 fui feliz porque Brasil se llevó la Copa. En Francia 98 la tristeza más grande no fue la humillación sufrida por la "canarinha" a manos del equipo anfitrión, lo más triste fue ver perder a la selección de Paraguay en octavos de final y en tiempo extra con aquél fatídico gol de oro de Petit.
Era uno de los mejores equipos en la historia de Paraguay, con José Luis Chilavert bajo los tres palos, en su mejor momento y a escasos minutos de la posibilidad de convertirse en el primer arquero en anotar un gol en un mundial si el juego se definía por los penaltis.
Pero no, llegó el gol de Emmanuel Petit que acabó con las ilusiones del equipo paraguayo y de uno de los mejores porteros del mundo, mi preferido. Recuerdo que mi papá me grabó todos los partidos de ese mundial, pero nunca pude ver de nuevo ese momento.
Pero así es el fútbol y por eso es uno de los deportes más hermosos, porque es capaz de producir todo tipo de sensaciones y de experimentar en 90 minutos la gloria o el infierno, sin estadios intermedios.
No es para menos, se trata de un evento esperado por cuatro largos años. Es la posibilidad de ver el fútbol al más alto nivel, de experimentar nuevos sentimientos y de evocar otros que creíamos olvidados.
Mientras jugaba Argentina ahora su primer partido del mundial, recordaba que en la Copa del Mundo de Italia 90 los sudamericanos eran mi equipo favorito. Cuando el árbitro mexicano señaló un tiro desde el manchón de panalti a favor de los alemanes y en contra de la albiceleste en la final, mi mundo se derrumbó. Y eso que apenas tenía nueve años.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, entre otras que Argentina ya no es mi equipo predilecto. El definitivo lo establecí después, cuando me hechizó el "jogo bonito" de Brasil y el juego de piernas del que más tarde se convertiría en el máximo goleador de los mundiales, Ronaldo.
En el mundial de Estados Unidos 94 fui feliz porque Brasil se llevó la Copa. En Francia 98 la tristeza más grande no fue la humillación sufrida por la "canarinha" a manos del equipo anfitrión, lo más triste fue ver perder a la selección de Paraguay en octavos de final y en tiempo extra con aquél fatídico gol de oro de Petit.
Era uno de los mejores equipos en la historia de Paraguay, con José Luis Chilavert bajo los tres palos, en su mejor momento y a escasos minutos de la posibilidad de convertirse en el primer arquero en anotar un gol en un mundial si el juego se definía por los penaltis.
Pero no, llegó el gol de Emmanuel Petit que acabó con las ilusiones del equipo paraguayo y de uno de los mejores porteros del mundo, mi preferido. Recuerdo que mi papá me grabó todos los partidos de ese mundial, pero nunca pude ver de nuevo ese momento.
Pero así es el fútbol y por eso es uno de los deportes más hermosos, porque es capaz de producir todo tipo de sensaciones y de experimentar en 90 minutos la gloria o el infierno, sin estadios intermedios.
jueves, 10 de junio de 2010
El tiempo de África
80 años después que rodara el balón por primera vez en una cita mundialista, el evento deportivo más importante del planeta llega al fin a tierras africanas.
África era el único continente que no había organizado la Copa del Mundo, a pesar de ganarse el derecho en el terreno de juego en las últimas décadas con selecciones memorables como la de Camerún de Roger Milla, la Nigeria de Jay Jay Okocha y las siempre temidas “Estrellas Negras” de Ghana.
Sin embargo, con el argumento de la pobreza e inseguridad de los países africanos se le arrebató su oportunidad en el 2006, cuando la FIFA le otorgó a Alemania la sede del Mundial.
Pero las naciones fuera de Europa también reclamaban su oportunidad. Ya Lula da Silva externaba el sentimiento de los países emergentes en su discurso el día que Río de Janeiro fue nombrada anfitriona de los Juegos Olímpicos del 2016.
“Por ser un país colonizado tenemos la manía de sentirnos pequeños, no ser importantes, que no podíamos y otros sí. Queríamos esta oportunidad para ser una gran nación, sabemos trabajar cuando somos provocados”, decía entre lágrimas el presidente sudamericano.
Eso es lo que también reclamaba Sudáfrica, su oportunidad, su necesidad de creer que sí podían mostrar al mundo un rostro diferente a la pobreza, la inseguridad y su reciente pasado cruel del apartheid.
Y para conseguir este propósito llegó el fútbol, el deporte que hasta hace poco más de una década era considerado un juego para negros. La situación hasta hace unos años era simple: el rugby para los blancos, el fútbol para los negros.
En 1995, Nelson Mandela usó al rugby y a la selección de Sudáfrica conocida como los Springboks para unir a una nación sumida en la segregación racial. El resultado: el primer presidente negro de Sudáfrica le entregaba el trofeo de campeones del mundo al mítico capitán de la selección, a François Pienaar, un hombre de tez blanca admirado por los sudafricanos blancos.
Así como el rugby unió a negros y blancos por primera vez a mediados de los noventas, ahora es el turno para que el fútbol haga lo mismo.
El balompié ya dejó de ser el deporte de los negros, de los pobres. Ahora el fútbol es el juego de todos los sudafricanos. Gracias al fútbol los ojos de toda la humanidad se centran en Sudáfrica, en el continente madre, en el África multirracil.
África era el único continente que no había organizado la Copa del Mundo, a pesar de ganarse el derecho en el terreno de juego en las últimas décadas con selecciones memorables como la de Camerún de Roger Milla, la Nigeria de Jay Jay Okocha y las siempre temidas “Estrellas Negras” de Ghana.
Sin embargo, con el argumento de la pobreza e inseguridad de los países africanos se le arrebató su oportunidad en el 2006, cuando la FIFA le otorgó a Alemania la sede del Mundial.
Pero las naciones fuera de Europa también reclamaban su oportunidad. Ya Lula da Silva externaba el sentimiento de los países emergentes en su discurso el día que Río de Janeiro fue nombrada anfitriona de los Juegos Olímpicos del 2016.
“Por ser un país colonizado tenemos la manía de sentirnos pequeños, no ser importantes, que no podíamos y otros sí. Queríamos esta oportunidad para ser una gran nación, sabemos trabajar cuando somos provocados”, decía entre lágrimas el presidente sudamericano.
Eso es lo que también reclamaba Sudáfrica, su oportunidad, su necesidad de creer que sí podían mostrar al mundo un rostro diferente a la pobreza, la inseguridad y su reciente pasado cruel del apartheid.
Y para conseguir este propósito llegó el fútbol, el deporte que hasta hace poco más de una década era considerado un juego para negros. La situación hasta hace unos años era simple: el rugby para los blancos, el fútbol para los negros.
En 1995, Nelson Mandela usó al rugby y a la selección de Sudáfrica conocida como los Springboks para unir a una nación sumida en la segregación racial. El resultado: el primer presidente negro de Sudáfrica le entregaba el trofeo de campeones del mundo al mítico capitán de la selección, a François Pienaar, un hombre de tez blanca admirado por los sudafricanos blancos.
Así como el rugby unió a negros y blancos por primera vez a mediados de los noventas, ahora es el turno para que el fútbol haga lo mismo.
El balompié ya dejó de ser el deporte de los negros, de los pobres. Ahora el fútbol es el juego de todos los sudafricanos. Gracias al fútbol los ojos de toda la humanidad se centran en Sudáfrica, en el continente madre, en el África multirracil.
domingo, 6 de junio de 2010
La UES está de regreso
Los universitarios hicieron su trabajo y contra todo pronóstico ya forman parte de la Primera División del Fútbol Salvadoreño. Un ascenso que llega en el momento justo, cuando el Alma Mater necesita al menos un estímulo para comenzar a retomar el brillo de antaño.
Y la UES tiene todo para triunfar: un gran escenario deportivo, médicos, fisioterapeutas, 50 mil estudiantes y aficionados potenciales y cientos de miles más que se formaron en la histórica universidad.
Un gran reto, un momento de ilusión.
Y la UES tiene todo para triunfar: un gran escenario deportivo, médicos, fisioterapeutas, 50 mil estudiantes y aficionados potenciales y cientos de miles más que se formaron en la histórica universidad.
Un gran reto, un momento de ilusión.
jueves, 3 de junio de 2010
A un paso de alcanzar la gloria
Más de 20 años han pasado desde la última vez que cientos de estudiantes de la Universidad Nacional se agolparon en un estadio para animar al "equipo escarlata" en una tarde de fútbol de Primera División.
Más de dos décadas lejos de un circuito que dominó a su antojo, de la mano de renombrados futbolistas nacionales y extranjeros, practicando un estilo de juego impecable.
Era otra época, una donde el Alma Mater se posiconaba como uno de los centros educativos más prestigiosos de Latinoamérica en todos los campos, incluido el fútbol.
Nada había que envidiar al histórico conjunto de la Universidad de Chile, o a los "Pumas" de la Universidad Autónoma de México, o a otros clubes surgidos en los campos universitarios a lo largo y ancho del continente.
Sin embargo, la agudización del conflicto armado y los constantes hostigamientos hacia la universidad terminaron pasándole la factura al equipo de la U.
Desde su última aparición en la liga mayor (1986/1987), la UES ha cargado con más penas que glorias tanto en segunda como en tercera división. Pero tras largos años de atravesar casi los mismos calvarios a los que están condenados los equipos salvadoreños (terrenos de juego en mal estado, desórdenes administrativos, preparación física inadecuada, por mencionar algunos), los universitarios vuelven a soborear las mieles del éxito.
Ahora son los nuevos monarcas de la Liga de Plata y están a un paso de retornar a la primera división si le ganan al Once Municipal, el combinado de Ahuachapán.
Ahora, de la noche a la mañana, el espíritu de muchas generaciones de estudiantes de la UES parece renovado.
Para nadie es novedad la pérdida de los valores históricos del Alma Mater -aquél sentimiento de antaño de querer transformar a la sociedad y ser uno de los pilares fundamentales de la cultura nacional-, además todos conocen los conflictos protagonizados por algunos gremios estudiantiles y el caos administrativo.
Pero una vez más aparece el fútbol y con su espectáculo revive el orgullo de pertenecer a la UES, sin importar si tocó estar en sus mejores años, durante la guerra o después de ella.
Con la magia del fútbol vuelven los recuerdos de las tardes en el bosque frente a la biblioteca, la Concha Acústica, las minutas de la Facultad de Ingeniería y hasta la famosa "madre".
Ahora, las dos décadas de transitar por la senda del fracaso se reducen a nada. Lo que importa en este momento es que el equipo de la UES levante la copa y vuelva a ser grande al menos en el apartado futbolístico.
Más de dos décadas lejos de un circuito que dominó a su antojo, de la mano de renombrados futbolistas nacionales y extranjeros, practicando un estilo de juego impecable.
Era otra época, una donde el Alma Mater se posiconaba como uno de los centros educativos más prestigiosos de Latinoamérica en todos los campos, incluido el fútbol.
Nada había que envidiar al histórico conjunto de la Universidad de Chile, o a los "Pumas" de la Universidad Autónoma de México, o a otros clubes surgidos en los campos universitarios a lo largo y ancho del continente.
Sin embargo, la agudización del conflicto armado y los constantes hostigamientos hacia la universidad terminaron pasándole la factura al equipo de la U.
Desde su última aparición en la liga mayor (1986/1987), la UES ha cargado con más penas que glorias tanto en segunda como en tercera división. Pero tras largos años de atravesar casi los mismos calvarios a los que están condenados los equipos salvadoreños (terrenos de juego en mal estado, desórdenes administrativos, preparación física inadecuada, por mencionar algunos), los universitarios vuelven a soborear las mieles del éxito.
Ahora son los nuevos monarcas de la Liga de Plata y están a un paso de retornar a la primera división si le ganan al Once Municipal, el combinado de Ahuachapán.
Ahora, de la noche a la mañana, el espíritu de muchas generaciones de estudiantes de la UES parece renovado.
Para nadie es novedad la pérdida de los valores históricos del Alma Mater -aquél sentimiento de antaño de querer transformar a la sociedad y ser uno de los pilares fundamentales de la cultura nacional-, además todos conocen los conflictos protagonizados por algunos gremios estudiantiles y el caos administrativo.
Pero una vez más aparece el fútbol y con su espectáculo revive el orgullo de pertenecer a la UES, sin importar si tocó estar en sus mejores años, durante la guerra o después de ella.
Con la magia del fútbol vuelven los recuerdos de las tardes en el bosque frente a la biblioteca, la Concha Acústica, las minutas de la Facultad de Ingeniería y hasta la famosa "madre".
Ahora, las dos décadas de transitar por la senda del fracaso se reducen a nada. Lo que importa en este momento es que el equipo de la UES levante la copa y vuelva a ser grande al menos en el apartado futbolístico.
sábado, 29 de mayo de 2010
La ilusión del fútbol
"El fútbol nos hace creer más en la ilusión que en la realidad", dijo en alguna ocasión el escritor y periodista mexicano Juan Villoro. Ahora, a las puertas de una nueva cita mundialista, sus palabras cobran mayor sentido.
En estos días poco importan los índices de violencia, el desempleo, el aumento en el costo de la canasta básica, las catástrofes naturales y cualquier alteración social; lo verdaderamente trascendental para millones de salvadoreños es discutir sobre qué selección tiene las mayores oportundiades de ganar el mundial.
Y no se trata de avivar la simple idea que el fútbol sustituyó a la religión como el opio del pueblo. No. El fútbol es un aunténtico fenómeno social con la capacidad de seducir más de una vez en la vida a los que no se consideran fanáticos y de enloquecer más de una vez en la vida a quienes profesan su amor incondicional por la número 5 y a los once que corren detrás de ella.
Pero ¿de dónde procede ese poder de atracción? ¿por qué el fútbol tiene la capacidad de mover las fibras más sensibles del ser humano, hacerle olvidar las penas o sumirlo en la más cruel de las tristezas?
La respuesta es simple: El terreno de juego representa la vida, la portería contraria la máxima meta a alcanzar y los rivales los obstáculos a vencer. El fútbol es una especie de metáfora de lo que es la lucha diaria. Allí están los sueños de gloria, la posibilidad de ser alguien y dejar una huella imborrable en la historia.
Cuando gana el equipo de tu ciudad, crece tu orgullo por el territorio que representa, por los colores y por la gente. Ese sentimiento se eleva a la máxima potencia cuando se trata de una selección nacional.
El fútbol tiene la capacidad de unir a una nación y de fraternizar con extraños sin importar condiciones de ninguna natualeza. Lo que importa es el triunfo y nada más. Y como en la vida a veces cuesta tanto una victoria personal, una victoria colectiva es más que perfecto para cubrir ese vacío.
Si tu equipo gana, poco importa lo demás. Esto ha hecho que el fútbol haya sido utilizado por las dictaduras para ocultar sus regímenes totalitarios, por gobernantes con la idea de proclamar su superioridad ante el mundo a través de las selecciones nacionales o demostrar su poderío al menos en un ámbito. El ejemplo más claro y reciente es la rivalidad desatada entre Inglaterra y Argentina luego de la Guerra de las Malvinas.
Pero el fútbol también conmueve a las masas porque es usado como medio de superación. Garrincha padeció poliomielitis en su infancia, dejándolo con una pierna más corta que la otra. Las posibilidades de triunfar en el deporte rey eran mínimas, pero contra todas las adversidades se convirtió en uno de los mejores futbolistas de la historia de Brasil y ganó los mundiales de Suecia 1958 y Chile 1962, y de paso entró a la lista de la selección legendaria del país sudamericano.
Allí está Messi también. El argentino se ha convertido en el mejor jugador del mundo cuando hace apenas unos años todos los equipos en los que realizaba pruebas de talento lo rechazaban por su estatura.
Y esa es precisamente la otra cara del fútbol, la de la superación. Quién no recuerda al camerunés Roger Milla en el mundial de Italia 90, jugando y marcando goles al borde de los 40 años. Y qué decir de Franz Beckenbauer jugando con un brazo roto en el mundial de 1982. Y así, con todas esas historias de trasfondo, se va tejiendo la ilusión, la esperanza de romper barreras, de llegar al límite, de simplemente vivir en 90 minutos y alcanzar la gloria para siempre.
Por eso los salvadoreños están más pendientes de las quinielas mundialistas, de las ausencias y de las sorpresas en la lista de seleccionados convocados para disputar el campeonato mundial en Sudáfrica; porque a falta de una esperanza, no hay nada como tomarla del fútbol que es espectáculo, que es ilusión y que sobre todo es gratis.
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